Y muchos, quizá no tantos, ojalá, se inclinan por el victimismo y no por su responsabilidad en lo que llevan a cabo y su esfuerzo por llegar a ser quienes son, deseando estar oprimidos por el miedo en lugar de ser libres. El anhelo de esclavitud de la época y el inmenso rencor acumulado que rezuma el mundo forman una opresión voluntaria, la servidumbre perfecta: la de aquellos que creen en el mundo perfecto que nunca existirán y detestando la complejidad de la vida, se refugian en el discurso pobre de quienes aspiran a encontrar a un culpable concreto por sus zozobras. Tú, lector, yo, todos lo buscamos, sin encontrarlo nunca. Y a la gestión de esa insatisfacción perpetua y al equilibrio de apetencias y pesares lo llamamos vida. O lo llamaban, antes de que se nos convenciera de que lo merecemos todo.
Dundalk ofrece sus nubes cálidas para que la tarde las pinte y el mar sigue esperando que el sol duerma en su seno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario