Las turbaciones y sinsabores de la vida serían más soportables si no albergáramos la curiosa creencia en la inmensa felicidad ajena. Hoy vivimos en casas transparentes, mostrando una sonrisa bastante pánfila, estampas de vida simple, apenas sosteniendo el sudor que el mundo de ira que late debajo imprime en tantas sienes. Supongo que es un hechizo colectivo contra el frío: anhelamos contemplar fronteras de experiencias de otros que están ansiosos por compartirlas. Por eso los días pasan y las gradas atruenan; porque falta luz y aire, el pan y la sal, la alegría estoica que sonríe apenas porque sabe que lo que se siente no se exhibe.
Ay, no es fácil. Lo único peor que envejecer es seguir siendo un niño. Cuando ha muerto Stephen Hawking, me ha venido a la cabeza que veía videos en los que él trataba el Big Bang y otra voz enseñaba a configurar el UHF de la tele para poder ver las primeras partículas del universo chisporroteando sobre el fondo negro. Y luego, como traído por la ventolera me he acordado de un ejemplo que siempre me ha desconcertado en otros cuando viejos: la necesidad de buscar el calor de la juventud, su embrujo falso. Ser guías, faro, su flecha. Me pregunto por qué hay quien tiene necesidad de encontrar siempre una manada, aunque deba perderse. Y pido a Dios, si existe, tener salud y calma para aceptar el declive, cuando llegue, con paz y asombro, sin perder el tiempo ni pidiéndolo a quienes no lo tienen, aunque crean que lo pararán. No caer víctima de la ira de otros o propia, remar hacia el futuro, encontrar la flor del día en lo inesperado. Y no albergar rencor contra quien nos empieza a decir adiós mientras renace de nuevo para seducir a otros. Morir una vez, sin sucumbir cada mañana a los terrores que levanta la niebla diurna. Y caminar y dar muchos pasos, mientras se pueda.
Dundalk y yo miramos desde una esquina llegar el viento oscuro que traen los temibles idus de marzo desde las montañas peladas.
Qué los vientos cálidos del sur hagan más llevadero el viaje.
ResponderEliminarEstoy por Dublín. Es una bonita ciudad.
Un abrazo. Arrakis