Hay tardes que traen la amenaza de una repetición ardua y pesada. A veces, nos sirven para hacer recuento de la semana que se va marchando, lo que queda por hacer aún y si podemos encontrar un nuevo incentivo tras las ramas de los árboles recortadas contra el poniente encendido. A veces la habitación quema mientras la lluvia repica afuera; otras veces, una rutina amable trata de hacernos detener el tiempo en su quietud amable. El deporte nos acompaña con sus laureles depreciados, y la abundancia de espectáculo nos cansa del mundo.Seguimos recibiendo el goteo constante de la industria de propaganda para moldear nuestra conformidad con la de otros, y tememos el devenir lejano mientras ansiamos reafirmarnos en el mañana escaso. Llegará un día con nubes grises en nuestro umbral y ojalá encontremos palabras para convencernos y fuerzas para pelear sin dar ni pedir tregua. Sí, sí; ocurrirá muy pronto. El día del señor sigue sin darnos noticias de un Dios que alza las cosas y se esconde tras su silueta. Cuando pienso en ello, me resulta difícil volver al dios personal que un día creía sentir, pero vislumbro un principio creador desconocido y que nunca será reducible. Qué sé yo, es solo un sentimiento.
En fin, las volutas de pensamiento llegan por donde vienen, como sopladas por un espíritu lánguido, y solo queda el tiempo acercándose a la noche, los cajones recogidos, la habitación desnuda, la alarma presta al juicio nuestro de cada día y una sensación de agonía entre lo que uno ha ido atesorando por el camino y el deseo de apostarlo a doble nada, sin mencionar siquiera lo que ya hemos perdido. Suave es la noche, y los coches dejan su rastro sonoro mientras llegan a los sitios donde imaginamos que las tardes de domingo son más cálidas y justas. Y en esto, como en todo, no hay mucha verdad.
Dundalk se levanta tarde y se recoge pronto estos días. Aún los pubs tendrán luces y charla, pero desde las casas y las chimeneas, banderas blancas se alzan contra el crujir de la semana que se pierde rumbo a la isla del pasado, de donde solo fantasmas irreales regresan.
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