No deja de ser algo triste, aunque sea bien sabido. Mientras una mayoría silenciosa se afana por construir un hoy algo mejor que el ayer, hay unos pocos que no cesan de sollozar para que los vean. Hay quienes desean hacerse perdonar cualquier éxito, quienes lo buscan por caminos retorcidos, quienes necesitan la mirada de otros. No suelen ser los que más sufren:el dolor es patrimonio sin contornos fijos en donde reina el silencio porque él mismo no sabe ser nombrado. Dar pena se ha convertido en el heroísmo de hoy, porque no admitimos héroes triunfantes. Aquí hay que perder. De lo contrario, no esperes compasión. Se reserva en un combinado de condescendencia y revancha.
Creo que hay una confusión primera, no obstante. Creer que somos mirados compulsivamente, que la masa nos vigila. Quizá pueda haber una intuición acertada en la ansiedad por el estatus que todos, más o menos sufrimos. Sin embargo, no hay salud sin esperanza, sin un valor que sepamos aportar, sin la tranquilidad de quien se sabe exento de necesidad de validación ajena. No, no nos miran siempre. Y cuando nos miran, hay que tratar de ser humildes pero también conscientes de que en nosotros habita una llama que rumores, malicias, no debieran amenazar. Ser actores en brumosos escenarios donde aparecen sombras no da armonía ni gozo. Y estar persuadidos de que no hay secretos ya es volverse en cierto modo un ente ficcional; la vida escapa de lo que desea encerrarla.
Acaso sea esta otra verdad. Hoy vivimos y consumimos ficciones grotescas que pasan por verdades. suelen ser mutiladoras, estrechas, pobres. Pero no podemos actuar como si ellas fueran lo real, ni dar al melodrama nuestras aspiraciones. Aunque haya quienes se mofen, hieran y busquen mal, conserva santa tu más alta esperanza. Llora si tienes que llorar, sufre si tienes que sufrir, pero no trates de dar pena. Es poner la vida en sus manos para seguir avanzando en una rueda perversa.
Cae la niebla en una tarde blanca. El frío es silente y pausado. Trato de avanzar. Y si os dicen que caí, sabed que apreté los dientes para ganar otro don. Aún pervivimos. Que te vean reír. Llena tu cielo de alegría y suscita mucha envidia en los tristes vocacionales. Todo lo demás es vanidad y humo.
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