La costumbre impone en ocasiones a quienes escriben ciertas confesiones, confidencias para acercar al que escribe y a quien lee. No veo mucho mérito en ello si se trata de presentar algo o a alguien más grande que uno. Pero sí, me gusta mucho Saint-Exupery. Adoro El principito, aunque hoy se haya convertido en cierto modo en un motivo naif. Pero la obra que siento más cercana, porque está escondida, es la bellísima Vuelo nocturno. Trata de la audacia y el temor, un coraje tranquilo contra la noche estrellada. En un motivo más hondo, creo que describe la valentía de la soledad y la hermandad de la aventura con la muerte. Y desborda, como lo hace la gran literatura, el gran arte, humanidad, afecto por el individuo, por la peculiaridad de cada experiencia humana, el misterio que debe latir en cada persona.
Detesto el espíritu asambleario, gregario, el del calor de establo. Asumo que somos seres sociales (o supersociales) y necesitamos a los otros, como las claves que nos entrega la vida para descifrar el mapa que somos. No obstante, me repele el impulso de simplificarse en una masa. No puedo entender el afán de amoldarse a la identidad que otros moldean. Cada despertar tribal me resulta instintivamente peligrosa. Antes de unirse, hay que elegir un enemigo. Erigir un tabú para consagrar su lucha. Por eso, la educación es la única forma conocida de concebir una comunidad eficaz sin derrota del alma y una libertad sin licencia.
El espíritu gregario alienta y se nutre del peligro que advierte Camus como preámbulo del triunfo del mal: la conversión de la vida y los seres en abstracciones. Una vez que uno entrega el ramo de sus experiencias, anhelos, temblores y pensamientos en la cruz del tiempo, todo se marchita en una regla inflexible . Ya no hay nada único; ni rayos de sol, ni simpatía ni sorpresa, ni brisa suave sobre los álamos ni aire cálido de abril, ni imperfección o vergüenza, ni soluciones imperfectas a medida de la torpe escala humana, ni silencio que no suscite sospecha. 'Grita con la multitud; es la única manera de estar a salvo'. Y la comunicación entre dos almas deviene en cliché. El fanatismo allana los paisajes y los lenguajes.
La tarde cayó hace un rato sobre la ciudad y sus hormigueos. Tenaces, los ciudadanos arrastran sus deseos y sus impulsos contra el viento que eriza el río. Hemos perdido el gesto de mirar otras caras. Quizá nos alejamos en ondas invisibles y de ese frío nace el deseo de un encuentro. Mas el calor y el olvido precisan antagonistas. Y desde siempre hemos sabido que hay quienes llaman a cruzadas que no combatirán. También hay mentira, dolor, desamparo. Y hay quienes solo condenan las guerras que pierden.
Una luz lejana tirita contra los reflejos de mi ventana. Quizá sea el momento de descansar, cuando el día concede su tregua. No quiero ser quien soy. Pero no quiero ser quienes queráis que sea. Solamente puede ser lo que el camino y sus encrucijadas hicieron de mí...sea lo que sea lo que ello significa. La mar amansa las grúas del puerto. Sus hierros gimen mientras las tripas de los barcos engullen camiones y las luces muestran una ciudad que la noche despierta y acaso llegue hasta un secreto que descanse en el lecho marino. El rumor llega a la ciudad y se disuelve en otros, cántico sin forma que alimenta la noche. Coge lo que desees, es para ti. Mas no te envuelvas en él, ni hagas bronca tu voz para llegar a su tono. Sé dueño de tu silencio y de ti, de tus flaquezas y tus defectos. Quizá sea el único modo de estar a salvo.
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