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martes, 15 de febrero de 2022

Estatuas de sal. Quince de febrero.


J siente angustia y tiembla, herido
Cada vez que su jefe lo requiere
E imagina que su voz dura lo ofrece
A la intemperie. “No contamos contigo”

M vibra con rencor, y el gozo
De su ira castigando imaginada
Le alivia el peso de la helada
Fatiga sin tiempo de sus ojos

L compra el pan con miedo
Ha visto los rescoldos de la revolución
Con sus ojos ya grises, implora a su anhelo
Una lluvia de paz, cualquier redención.

E asiste a la danza de las espinas leves
De su rutina cayendo entre perdidas horas
Y en el campo yermo de las noches breves
Recuenta nostalgias de pasadas auroras.

Han perdido el miedo y la distancia
Ya no aturde más sus demonios antiguos
Cuando las cortinas esconden amargas
Las agrias cadenas en las que están cautivos.

Aunque naufraguen en mares de silencio
Donde crece el fruto lento de la soledad
Aún vibran por la flor que mece el viento
Silbando músicas inciertas de un furtivo azar.

Caminan senderos donde la lluvia llama
con un rítmico salmo a sus perdidos hijos
que hoy buscan fortuna en turbias madrugadas,
apretando los dientes contra el dolor y el frío.

Les han dicho que existe un horizonte
Y que allá sin duda, ni violencia, ni miedo
El hombre será amigo del hombre
Y las antiguas lágrimas elevarán un templo.

Por el momento, no hay justos ni en el cielo
Y la luz del futuro naufraga en el altar
De la cumbre lejana entre la luz de heno
Que ilumina sin brillo sus estatuas de sal.




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