La democrasia es un botellonódromo donde uno está facultado a decir lo que quiera mientras da vueltas y no se acerca a las alambradas que el poder ha erigido para separar lo que es oficialmente cierto de lo peligroso, lo que es legítimo odiar y lo que es repugnante sostener. La música que se escucha consta de dos ritmos, uno para sentir euforia y otro para sentir indignación. No hace falta saber las causas de estas impresiones; los reflejos condicionados hacen el trabajo.
La democrasia administra la frustración que ella misma crea; reinvierte en el futuro la frustración que cultiva afanosamente. Ofrece quimeras en bellos papeles que sus gestores pliegan a conveniencia, como figuras de origami. Censa, trata, amonesta, tasa, reconviene, registra, impone, permite, coloca o juzga, entre otros, a los ciudadanos, incautos consumidores de comodidad vital. La democrasia, marca registrada, amasa conceptos uniformes para su manufactura, trabaja en un monocultivo ideológico que sujete las bases de su propia conveniencia y recuerda lo que es estatalmente conveniente decir y lo que no.
La democrasia ama la burocracia, una burocracia que se expande para satisfacer las necesidades de una burocracia en expansión. Su papelolatría solo es comparable a su capacidad para imponer su interpretación creativa de sus propias aserciones, pues el privilegio del soberano es no estar sometido a las normas que promulga. La democrasia se esconde en artículos constitucionales que fueron en su origen conquistas y sacrificios y estimula una retórica de lucha para intimidar a los adversarios legítimos de los gobernantes.
La democrasia es la perversión de la demagogia, un paso más atrás. Es la pasión acomodaticia que crean los tiempos propicios en las personas, después de la tormenta que obliga a los seres humanos a mostrar fortaleza, en un ciclo que no se repite pero rima. La democrasia son nuestros defectos humanos formando parte de una sociedad imperfecta. Y es normal que así sea: nadie dijo que fuera fácil. Depende de cada uno decidir si quiere trabajar por la discordia y el rencor que asienta al gobernante o por la concordia que lo sustituye sin miedo.
La democrasia es el miedo y el odio. La democrasia es el olvido de la verdad. la democrasia es el bufón que dice la verdad en soledad oscura cuando los nobles duermen la ebriedad de ayer. La democrasia es el abuso de poder. La democrasia eres tú. La democrasia soy yo. Y, no obstante, podemos aspirar a dejar de serlo.
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