Acabaré teniendo mono de la dosis que estos meses nos ha ido administrando la prensa, los meritorios, los espontáneos, la lunatic fringe y los concienciados. Como prueba de mí aprendizaje, presento el título de esta entrada a modo de cebo.
En verdad, no hay apenas nada que decir sobre el particular. Mbappe es un trabajador hipercualificado que puede permitirse hacer con sus empleadores lo que la mayoría de los empleadores hacen con nosotros que no llegamos a su nivel de producción: elegir sus condiciones. Ha recibido diferentes ofertas y se ha decantado por la que cree mejor cuando lo ha creído oportuno. Punto. Lo demás es la mala literatura que llena las páginas de los domingos sin fútbol y sin cine.
No deja de ser grotesca la reacción de quienes culpan a la estrella de que la realidad no se haya amoldado a sus creencias. Tampoco es que nos vayamos a escandalizar; la prensa parece haberse convertido en el boletín parroquial de quien la financia. No acaba de entenderse porque la euforia y la excitación son un proyecto más atrayente que la verdad o simplemente la duda.
Algo que sí creo relevante es el odio eterno al fútbol moderno. Todas las evoluciones del deporte, del fútbol especialmente, se han centrado en la venta de espectáculo. El camino del héroe es más rentable que la brega y la armonía de un equipo. Un proyecto deportivo basado en uno o en unos pocos jugadores difícilmente prosperará. No obstante, impulsará el mercado a una nueva inflación por encima de su capacidad, hasta el agotamiento y el colapso. También es pertinente recordar que el dinero es caprichoso y algún día se cansará y buscará un nuevo nicho al que hacer brillar antes de lograr que se pierda. En fin, veremos. El juego aún resiste. Su entorno no deja de ser una locura que nunca se detiene, como metáfora de la comedia humana, un ritmo económico inasumible, una caza en pos de un vacío. La lógica dislocada de la vida hoy es enriquecerse pronto y rápido, el ganador se lo lleva todo. La infancia recuperada que es el fútbol ayuda a la venta de ilusiones huecas.
Pero todo lo anterior es banal. Me dará pena que el fútbol muera como un caballo extenuado; seguirá en campos pequeños y partidos modestos. Lo que resulta abrumador es comprobar que en medio de la crisis existencial de la Unión Europea, las (anti)élites políticas actúan como lobbystas del dinero, cabilderos de regímenes autoritarios que usan su influencia para sacar ventajas de un territorio cansado que se olvida de su herencia histórica. Por supuesto, vivir en un mundo en el que el dinero ha derribado todas las jerarquías conduce a estas afiladas consecuencias. Es más fácil de desestabilizar quien no cree en la estabilidad como un bien. Un antiguo Presidente de la República Francesa, al que Gadaffi le pagaba las campañas electorales, se une al Presidente actual para abogar por los intereses cataríes en Europa. Todo esto al tiempo que Rusia, de no muy diferentes estrategias hasta hace poco ha decidido usar el poder duro para quebrar la Unión. No podemos decir que no estemos avisados. La adoración irreflexiva de la fortuna nos hace correr el riesgo de que seamos consumidores, no más ciudadanos. El bienestar no es más precioso que la libertad. Y el fútbol es una inversión en imagen demasiado tentadora para los tiranos. No consuman.
La tarde aún tiene vuelo. Rumores de conversaciones entreveradas llegan de la calle, con los coches y el viento uniéndose en el coro de la vida. Brillan las nubes blancas contra un azul pálido y mañana parece demasiado lejos. La vida empuja en un aullido interminable... interminable...
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