Puede que una de las características más visibles y menos observadas de nuestro día a día es que apenas nadie escucha. Cuando uno escucha, se nos dice, presta atención plena, no trata de buscar la forma de irrumpir en el habla del otro, no se pone una coraza, no busca la ocasión de vestir con ellas nuestras ideas. Y bueno, mirad alrededor o encended la tele: interrupciones constantes, repetición sistemática de los mismos argumentos, rumiados y comprimidos, el cliché omnipresente, que es el blasón de los fanáticos, de los que no pueden aprender que hay en el mundo y en el cielo innumerables cosas con las que no pueden soñar sus filosofías. Esa pésima educación social de los que aparecen cada día en el mundo revelado, el que no es real. nos aleja de la verdad, de la que contrasta la que está en nosotros y forma una visión del mundo equilibrada, dentro de lo que se puede.
Hemos construido instituciones y en general un modo de vida basado en la deliberación común de los asuntos humanos. Hoy, más conectados y presentes, parecemos aislados en un mundo en el que los demás, la gente, son lo que siempre han sido: un decorado misterioso e irreal como una mañana de niebla espesa. ¿Quién sabe que pude salir de ello? Nada bueno, nada bueno. Nadie escucha y vamos sonámbulos confundidos por una realidad de la que elegimos y desechamos lo que conviene, inseguros y asombrados como dentro de un sueño.
He leído hoy acerca de la despedida de Roger Federer, venía a decir que agradecía los últimos partidos que pudo jugar, porque sentía que eran de prestado. Nunca dados por hecho, garantizados, cercanos. Y que queréis que os diga. Puede que una de las mayores lecciones del deporte es que el futuro no existe, lo que hoy consigues o no, es para siempre, y el éxito es darlo todo y ser absolutamente presente y una vez logrado, ese es el éxito, aquí y ahora. El mañana nunca sabe. Todos vivimos un tiempo prestado. Si lo entendiéramos, acaso nuestras vidas fueran mejores y cada segundo fuese lo que debería ser: una inmensa oportunidad.
Engaño es grande contemplar de suertetoda la muerte como no venida,
pues lo que ya pasó de nuestra vida,
no fue pequeña parte de la muerte.