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lunes, 19 de septiembre de 2022

La fortaleza.19/09/2022.

 Esta entrada no es una crítica a Los anillos de poder, porque ahí no pasa nada. Qué va a decir uno. Solo trata de algo que ocurre, como en todas las series. Los protagonistas, sean simpáticos o malencarados, altos o bajos, rubios o morenos, guapos o feos, reparten hostias como panes (y pueden aguantar sin respirar bajo el agua 13 minutos, pero ese es otro tema). Sin ánimo de destripar la historia, en un momento, la elfa Galadriel da una somanta hostias a unos carceleros o soldados o lo que sean. Vale, malegro.

Y es que es la hostia: cualquier signo de vigor, coraje o resistencia de espíritu debe estar acompañado de una fortaleza física irresistible. Esto me parece un empobrecimiento. La fuerza física desenmascara el coraje moral y la valentía como inútil. Es a menudo la estupidez destructora que destruye lo que dice negar, pues la omnipotencia esta a un golpe, un accidente o un virus de distancia de la nada. La veo en todos lados, proclamada por ignorantes orgullosos de olvidar su fragilidad amenazando las otras, arrogantes que presumen de vivir en lugares oscuros con todos los gastos pagados sin mayores problemas que los que provocan ellos. Contribuyendo decisivamente al dominio de los brutos y los estúpidos. A las grandes hazañas, con muertos de Goya, a las picadoras de carne que son las guerras, a la hostilidad y el temblor de la vida en tantos lugares del mundo, esclavos de la estolidez de los semejantes.

Galadriel era en la versión canónica sabia, poderosa en su templanza, decidida, valiente, temible. No es necesario adornar todos los dones de los héroes modernos en su capacidad de pegar palizas a un grupo, creo, es simplista y burdo; reduce los dones que un espíritu puede lograr con tiempo y adversidades a lo que su carne es capaz de resistir e infligir, dones estimables, sin duda, pero apenas nada sin esos dones logrados anteriormente.

Es cierto, la violencia, la crueldad pueden irrumpir en tu vida y su golpeo parece una mancha adicional de humillación a su quebranto. Tal es el ansia de dominio de esta época, donde el Yo desea sojuzgarlo todo. 

El entusiasmo por la brutalidad es la menos audaz de las pasiones, la más encadenada al pánico para conjurarlo a nuestro favor en una plegaria absurda a favor de los crueles para que su crueldad sea con otros. La resistencia, el No a esa crueldad, a la necedad de vincular la valentía con la capacidad de pelear contra ocho y reventarlos es una lección que los medios no mostrarán. Les gusta que los duros se impongan en series de fantasía que todos los que fantasean con su propia rudeza en un mundo que los escupiría en una fracción de segundo.

En fin. Los días son más cortos, el crepúsculo agita sombra, las luces despiertan aquí y allá. Deseo un mundo en el que la mediocre justificación de la eficacia, la victoria o la bestialidad no ganen tantos adeptos a través de ficciones sin sentido y realidades presentadas como ficciones, tan irreales y tontas son concebidas. Pero no pasará.

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