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lunes, 24 de abril de 2023

La ley del deseo. 24 de abril.



Es una idea bastante recurrente: el afán crematístico de quienes desean vender otro mundo posible. Abunda la idea de que el idealismo disuelve el dinero y el dinero pudre el idealismo. Hace poco leí un libro que ingeniosamente argüía que el arte, el mundo del espíritu se ha convertido al mercado y el poder financiero se abraza a rebeliones que parecen atacar los cimientos del sistema.

La verdad es que me cuesta entender esta idea. No se trata de acumular posesiones. Se trata del afán del deseo y, consecuentemente, del dominio de quien posee lo que otro quiere sobre quien lo anhela. En cierto modo, lo que Wilde escribió, todos matan lo que aman, los cobardes con un beso y los valientes con la espada. Puedes desear un poder rígido o fluido, pero la voluntad de poder, de imponer el anhelo propio parece todo lo que existe. 

El noble y el fanático pueden ser  versiones de un mismo rostro, igual que el traidor y el afable; las permutaciones del ser son infinitas. Entre los reflejos, innumerables sólo logro distinguir algunos patrones: Siempre existirán aquellos a quienes el deseo ajeno atemoriza o simplemente lo denuncian por constituirse obstáculo en la persecución obsesiva del suyo. El afán del individuo de ser aceptado y de diferenciarse. El deseo de ser diferente alimenta el consumo. Y en esa diferencia que los agota, pretenden ser intérpretes que eligen la realidad de los demás. Explican sus sesgos, zahieren su confianza, censuran su alegría. Tratan de dominar el miedo y el resentimiento. Los más apegados al mundo tal cual es imaginan su ideal y sacrifican éste. No es la impugnación del deseo, es su hipertrofia. Nada interpela mejor que la hipocresía inocente.

La tarde se alarga entre brisa amable y luz fuerte. Pasan las nubes y el rumor de conversaciones, vehículos, música y un misterio que vuelve a nacer hoy marca su impronta única. Mañana será parecido, pero no igual. Por debajo de las aguas y detrás del alma, el monstruo del deseo aguarda para devorar lo que adula. Y en ese círculo inexorable de causas e impulsos ciegos seguiremos corriendo.

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