El tema del día (en esta humilde morada):
Adoro a Giannis Antetokounmpo. Me parece un jugador fantástico, por descontado, y creo que es un gran tipo, aunque uno nunca puede aventurarse en ello. He leído que al finalizar el partido anterior sufrió un desvanecimiento en el vestuario. Y su reflexión me resulta muy interesante.
A mi entender, un problema del mundo hoy es que acabamos tomando discrepancias de grado por diferencias de principio, de raíz. Eso y que hay grandes conceptos a los que el uso y la costumbre hace imposibles de definir completamente. El fracaso, el éxito, son dos de ellos.
Entiendo el razonamiento... hasta cierto punto. Es verdad que hacer todo lo que puedes no debe ser un fracaso y que el fracaso deportivo es muy relativo...pero también es cierto que construimos una vida personal y colectiva ATERRADA por cualquier contratiempo o dolor y eso ni es bueno ni sirve para nada. El fracaso forma parte de la experiencia humana. No es malo reconocerlo. De hecho, si los clásicos estaban en lo cierto, la única salvación es no esperar ninguna y no escuchar cantos de sirenas.
Justo leía hoy algo que me parece relacionado. El libro, de una prodigiosa perspicacia, se titula Vivir con nuestros muertos, y en un párrafo, dice: "¿Qué es un sentimiento de pánico? Un sentimiento de abandono muy potente que reactiva algo que no te han contado sobre TU historia". No veo nada malo en ello, ni en el miedo y en el dolor, salvo la instintiva convicción de que no los quiero. Sé que llegarán y sé que deseo que sean los menos posibles. También sé que vivimos un mundo desquiciado que confunde el no llegar a cierta meta con la humillación, la burla, el grotesco espectáculo del resentimiento colectivo, pero no debiera ser así; el desencanto no debe añadir culpa siempre. El concepto desgastado y lánguido del fracaso heroico, de cantautor de ciudad de provincias gris, lluviosa y anodina, el fracaso como lenitivo a esa vida sin expectativas, casi una imitación de la vida es una perspectiva odiosa. Ya vemos, vivimos demasiadas veces con la inquietud de llevar algo a cabo o no por temor a no lograrlo y cómo nos afectará. Son ataques al mundo real, el de la vida, por el miedo perpetuo. Debo un respeto absoluto al sufrimiento, que abona un suelo sagrado, pero no lo quiero. Sagrado es, etimológicamente, lo que está aparte. Y es por algo. Estamos aquí, pugnando para tratar de vencer sabiendo que perderemos a menudo. Fracasar a veces no es ser un fracasado o un perdedor, quizá los conceptos más odiosos que alguien pueda dirigir a otros.
¿Ha fracasado Giannis? No tengo ni idea y mi opinión no podría ser más irrelevante. Me va a seguir cayendo de maravilla igual. En la ciudad de Luxemburgo hay un puente que puedes atravesar por debajo en un túnel, a gran altura. Hay varios cables entrelazados y en posición enrevesada para la seguridad. Pienso que de algún modo, el suicida debe tener cuidado para no matarse, como recuerdo, como apelación al instinto de no dejarse caer. Todos tratamos de aprender del miedo, pero no rendirnos. Para no rendirnos.
La ciudad tiene cicatrices, como todo tiempo. Un tenue velo de nubes cubre la tarde y las gaviotas juegan. Existe un mundo desquiciado en el que todo lo que no es esplendor y brillo es turbio. Pero no importa eso ahora. La tarde se eleva sobre las imposturas. La playa está sola y espera la noche. Un rumor de ambulancias y brisa recorre las conversaciones y los paseos. Quizá diga hoy, en un susurro grato, "no tengas miedo de fracasar, aunque duela, aunque agote. Sigue adelante. Fracasa mejor". Y esperando que llegue otra hora para un nuevo intento, vamos cayendo en el embrujo tranquilo de la luz de una tarde de abril.
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