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miércoles, 26 de julio de 2023

El cansancio. 26 de julio.

Érase una vez, en el tiempo de los antiguos héroes y sabios, largo tiempo idos, cuando existió un caballero que tras luchar contra muchos males y empuñar la espada por la justicia se perdió como el eco en el vendaval. Nada se sabe de su nombre, como él hubiera querido, cómo si hubiera escrito las palabras de su linaje en la corriente del arroyo. Las gentes han contado su historia desde tiempos remotos como consejo y advertencia a los nuevos nacidos. Poco más se sabe y poco más se puede saber. Fue tras la victoria en la Pradera del Sol. Las crónicas hablan con atención del bravo caballero que después se perdió en la sombra.

La alegría de los audaces llenaba los campamentos. Las antorchas sonreían a los estandartes victoriosos. Pero la alegría había huido de su rostro. Dejó atrás los abyectos festines de la conquista porque la muerte se había aparecido frente a él a lomos de un caballo bruno para arrastrar a unos y otros a su abismo.  Partió una noche de alegría y hogueras, sin que apenas nadie reparase en él, taciturno, envuelto en presagios y lleno de remordimiento.

Se adentró en la tierra vacía, desolada, aquella tan turbia y triste que ni siquiera los poderosos reclamaban. Quizá buscaba dragones, o un alivio para su tormento. Porque había visto su sombra solitaria y la soledad infinita inconsolable de los que habían caído tras haber cabalgado a su lado. Vio los rostros de los que él había despojado de vida y sintió vértigo y desolación, fríos como la espada que portaba y le pesaba como un mundo. 

Recordó su casa con agonía. Lo que amaba se había desvanecido mientras su camino lo alejaba pérfidamente de su goce y los que amaba, engañado por su propia soberbia. Había envejecido tomando lo que la mañana le ofrecía y devolviéndolo a la noche, sin quedarse con nada. Entonces sintió la conmoción y fue como si la tierra se agrietara y le abrumó la cúpula del cielo. Tenues lágrimas surcaron sus mejillas resecas. Las nubes negras se cerraban tras su paso y formaban una ominosa bóveda que se agrandaba en el poniente.

Y sintió el vacío de sus días, y el frío de la soledad irremediable y la amargura habló en su corazón para que despreciase su pasado y abandonase la esperanza. El yermo extendió sus ojos y en la lejanía un fragor de tormenta resonaba sobre las cumbres. El camino era pedregoso y serpenteaba sobre riscos oscuros, contra el atardecer inmenso.

Y el cansancio se apoderó de él y una voz ronca se apoderó de su espíritu, hablando el lenguaje de la culpa, cayendo como la lluvia implacable sobre su armadura gris y gastada. Allí supo la voz de sus armas, que lo odiaban pues habían sido despojadas de dulces caballeros a los que él había arrebatado la vida cuando apenas habían florecido. Supo el penar de sus seres amados, que habían languidecido en su ausencia y murmurado su nombre en las noches de invierno. Supo el monótono repicar de las campanas en la noche que sonaban por las ausencias que nunca serían repuestas. 

Y una voz en su interior preguntó con oscuridad y temblor, vosotras, que habéis sido arrebatadas con sangre de vuestros dueños, ¿beberéis mi sangre? y otra voz rugiente desde su pecho contestó airada, sí, pues has dado muerte a nuestras alegrías que nos forjaron con amor y llevado la ruina a sus casas, nosotros los vengaremos. Deprisa te daremos muerte.

Y el caballero se encamino a la entrada de una gruta y dejó a su caballo huir antes de adentrarse en las frescas tinieblas para oír por una vez más la voz de su amor que había dejado olvidada. 



El día es gris y pertinaz la lluvia. Las oscuras nubes son una cúpula de silencio y el tiempo pasa, implacable, sobre las calles vacías y sobre nuestros huesos.



viernes, 21 de julio de 2023

La espada que mató a Arquímedes.

La leyenda dice que las ultimas palabras de Arquímedes, genio universal, al soldado que atravesó con su espada su pecho fue no me borres los cálculos, que estaba dibujando en la arena y que el legionario romano estaba destruyendo. Sea verdad o no, es un buen contraste entre la fuerza definitiva y el conocimiento provisional que mejora los días concedidos sobre la tierra.

Una de las consignas del encierro por la epidemia fue que los pesares acarreados nos mejorarían. No hemos salido mejores. Uno no sale mejor o peor de nada, uno ha de probarse cada hora. Los miedos nunca se desvanecen del todo, la esperanza sigue brillando y el cambio nos pone a prueba. El dolor no suele mejorarnos, es necesaria una lucha interior denodada. Eso creo, vamos.

La fragilidad asusta. Los dones de la vida han de amarse por sí mismos ahora y en cada ahora. No pueden darse en trueque para obtener algo más o algo mejor sin que pierdan su brillo. Pero, ay, cuanto más dichosa resulta nuestra vida más nos aflige la imaginación de lo que nos falta y más nos atormenta la velocidad del cambio, el tiempo fluyendo veloz hacia su mar. La fragilidad de la existencia nos estremece, mas el poder de ser jueces del destino de otros es un reflejo del poder más abrumador que existe y su idea misma posa una sombra en el corazón, y es veneno y caudal maligno. La fatiga de vivir no sé alivia porque hemos decidido no dejar nada a una llama breve de esperanza. La rabia de los asesinos, el odio frío de los tiranos, se sostienen porque hay un poder aparente que se impone a todo, la destrucción. 

No obstante, en los momentos más optimistas me atrevo a conjeturar que esa percepción es errada y su perspectiva falsa. Existe otra luz más alta, refulgiendo con cada acción libre y creciendo en la incertidumbre. Sólo ella pervive en el tiempo; la muerte desgarra los frutos del futuro, pero la vida los forma y una vez creados, el eco pervive mucho más allá de lo que el permanente cambio deja entrever. Sí, somos frágiles hasta el absurdo de nuestra condición, pero la fuerza que entraña la posibilidad siempre presta reverdece las riberas del río que nunca se agota. Podemos fatigarnos de la vida, pero la vida nunca se fatiga de abrir senderos nuevos e imaginar otros. El olvido es la menor parte de la huella que cada existencia imprime, aunque pocos sepan su origen. Y tampoco importa que sea desconocido. Hay una esperanza que nos reclama y llega más allá de nuestros días. Somos parte de ella.

Arquímedes vive para siempre en la tarde soleada de Siracusa, momentos antes del fin. Todos sus proyectos y anhelos, pesares y temores se han perdido. Pero su legado brilla mucho más que el filo que segó su alma, largo tiempo mellado, cubierto de óxido y olvido. Soñamos con la vida perdurable en la que escapar del fin de la alegría, y el cambio permanente es el heraldo de ese fin inexorable.  El deterioro no encuentra consuelo en el poder o el arte si el yo no ha sido previamente domeñado. Y esa guerra entablada contra sí causa destrucción interior aunque se venza. Pero de las ruinas también nacen flores y hay estrellas tras las nubes de la noche.

La luz cae ahora diáfana y poderosa en el comienzo de la tarde. Acaso en el mundo del poder y la pugna la agonía anuncie un fin cada jornada. Hay otros mundos que llegan al prodigio aparente después de tiempos de progreso lentos, deshojando las posibilidades con tesón y audacia. Hoy el sol luce poderoso tras lomas de rastrojos y pedregosos senderos y las casas diseminadas en medio de la tierra árida y sufrida tienen una majestad extraña, la que dan la soledad y el silencio. Los pájaros renuevan su canto y la hora alumbra un mundo transparente y pausado.




jueves, 13 de julio de 2023

Tres ideas de Kundera. Trece de Julio.

Se murió, pero ya se había ido mucho antes. Tuve la suerte de descubrir y disfrutar sus libros en la mejor edad para ello, para todo, cuando la experiencia aún no comete la bajeza de compararlo todo porque no se ha cansado.

Hay algunas ideas que le debo. No tiene demasiado sentido repetirlas, él las cuenta infinitamente mejor, claro. Sin embargo, esto es un lugar aislado al que acudimos pocos y si a alguien le apetece visitarlas en su mejor versión, eso que ganará.  

Primera, la bondad más pura solo se puede evaluar en nuestra relación con aquellos con los que no entablamos una relación de poder: los animales. Creo que es cierto, siempre creo que quien acaricia a un animal tiene un fondo justo. También creo al tiempo que las mascotas pueden llegar a ser un artefacto de manipulación de la realidad; no te confrontan, no aspiran a ser lo que tú no deseas y no sabes qué son. Caben infinitos matices y la bondad y la maldad son conceptos en ocasiones demasiado elusivos. En fin, el propio Kundera en el estupendo ensayo breve La desprestigiada herencia de Cervantes arguye que la novela permite mirar el mundo desde diferentes puntos de vista.

Su segunda idea me trae una imagen, la de un personaje femenino que acude a un funeral con unas gafas de sol. No para que no se vea que llora sino para que todos lo sepan. En ese punto el autor traza un bosquejo de la figura del Homo sentimentalis, aquel que hace del sentimiento, de cualquiera, un valor en sí mismo. 

Tres, la imagología. El declinar de las ideas viene de la mano de su transformación en imágenes y consignas, para simplificar cualquier conjunto de ideas, siempre problemáticas, nunca formadas del todo en una serie de referentes a los cuales tomamos como la propia idea, una voz vacía que solo nos consuela de la complejidad en un refugio cálido.

En fin, muchas otras que no recuerdo o recuerdo poco: La de que el verdadero amor es querer dormir con alguien, uno puede desear a muchas personas sin más, la de la asunción de la culpa individual en la indecencia colectiva: tendemos a perdonarnos y a soslayar la responsabilidad. No obstante, Edipo.no sabía y cuando supo quien era, se dejó ciego. No podremos saber si porque se sentía culpable o porque proclamaba su inocencia.

Todas esas ideas me resultan pertinentes para entender el fragmentado mundo de hoy. Tampoco deseo ser rotundo. Miro el mundo como otros, él entre ellos me ha enseñado. Miramos las cosas no como son, sino como somos. En fin, agradezco su maestría y su literatura. Me ha dado pena, pero ya era mayor y ha llevado una vida plena, espero. Al menos como autor, debe haberla sido. Uno de sus personajes acuña el epitafio que luego lo resumirá: Después de tanto andar, el regreso. Si no recuerdo mal. Pues eso. Que la tierra le sea leve.

La tarde se resiste a morir y aún muestra su azul eléctrico que las siluetas de los edificios y las formas de las aves completan.




lunes, 10 de julio de 2023

Día de lluvia. Diez de julio.

Ha llovido todo el día. Generalmente suele ser una pátina fina que encubre y descubre lo que late detrás, como un velo de Maya que acaricia con parpadeo ligero de llovizna, pero hoy ha alternado con lluvia de tormenta de verano y chaparrón. A uno le parece que esas lluvias no son para la ciudad. Los edificios se agostan y la luz trémula los hace mas cansados y tristes. Los árboles quedan solos, se resalta su soledad. En realidad, se resalta un mundo engrandecido de cemento y acero que ha traspasado nuestra medida y no sabe mirar atrás.

Me gustaría estar en el pueblo de mis padres, viendo la tempestad y el viento en el corral, o por la ventana en la calle silente que va a las eras. La vida agradece que haya menos refugios pero más queridos para el corazón. El agua cayendo sobre las espigas verdes del campo, repicando en las acequias, sobre la espadaña cansada que es la espina dorsal de la aldea. En la habitación estoy seco y cálido, pero la lluvia no me despierta. Cuando volvía de la calle y me pilló debajo, solo era otra medida de un tiempo indiferente; cuando estoy en un lugar que siento mío, es un recordatorio amable de que el momento es único. En fin, quizá le dé demasiadas vueltas. Hoy ha llovido y me hubiera gustado estar en un sitio alejado para acercarme a mí.

Después de cada lluvia, el cielo muestra su mejor cara, intensa, diáfana, misteriosa. Pero sin petricor ni monte, ni ritos ni silencio, el cansancio de todo también vuelve. Mira la lluvia deslizarse por la ventana, y al fondo el río, más allá edificios y el contorno de colinas difusas. Mira las luces que hoy brillan contra la noche nublada. Mira la calle que queda desierta, descansada y libre. Mira las cicatrices del día que va a la oscuridad de una noche sin estrellas, en un firmamento lejano y en un tiempo confuso. Mira el alma del mundo, la turbia letanía de los días y descansa imaginando la vida que espera mas allá de la lluvia, más allá del velo, mientras suaves sonidos siguen llamando contra las ventanas y la extrañeza del cielo se posa sobre tus ojos abandonados.

jueves, 6 de julio de 2023

Fastnet Rock. Seis de Julio.

Por azares diversos he estado viendo una serie de documentales sobre faros. He de reconocer que es algo que me resulta enigmático y atrayente, quizá desde que leí la glacial aventura de Julio Verne El faro del fin del mundo. Supongo que la soledad en torno a la naturaleza agreste ofrece una perspectiva de descanso y la contemplación incansable del mar es lo más ajustado que la vida ofrece a mirar al mundo desde el punto de vista de la eternidad. 

La vida allí debe ser mejor de imaginación en imaginación que confrontada a las exigencias prosaicas de cada día. Revisar la casa y las luces, pasear en torno a un entorno reducido, rotar y alejarse de nuevo mientras con los días pasan los años debe ser una vida lenta difícil de llenar con pensamientos, imaginaciones y recuerdos. Una descansada vida de retiro en un mundo que nunca ofrece la velocidad justa, pudiera ser.

Todo eso son pensamientos que ahora recojo como espigas de las eras. Lo que vi y me llevó allá fue la contemplación de Fastnet Rock, su faro y la tempestad azotando sus paredes. En un mundo donde todo parece tan supervisado, el riesgo aún promete una atracción oscura: ver las olas subiendo contra la figura imponente, luchando sola contra la tempestad y sintiendo el segundo contra la cruz del tiempo, olvidado el mundo, es de alguna manera un relajo. Me pregunto por qué me gustan tantos los faros. Puede ser que simplemente porque están muy lejos.

El día desemboca en la madrugada y solo una luz difusa entre los edificios turba la oscuridad. El mar comienza tras del puerto que comienza poco después de la habitación desde donde escribo. Hay un faro al final de un camino donde voy a veces. Deseo ir más lejos, quizá a la roca de Fastnet, pero desearía que aún más lejos y ese pensamiento surca el mar de la noche sobre mi pensamiento con el rumor de un verso de Cernuda de un poema prodigioso, el soliloquio del farero: 'cómo llenarte soledad / sino contigo misma'. Y el eco crece y el mar se agranda y el mundo es misterioso, ancho, solitario, ajeno...



 

domingo, 2 de julio de 2023

Orgullo local. Dos de Julio.

Nací en una ciudad mediana que empequeñece y envejece más rápido de lo que debiera cada año. La historia la ha tratado bien pero ahora se ve  en apuros para moverse hacia el futuro. Parece replegarse en sí y ver su tela de afectos y conocimientos locales languidecer. Se vacía por las corrientes que la tecnología impone hacia la aldea global y las deficiencias de su mensaje, el del país, el de la época, para transmitir un atractivo basado en la innovación, el riesgo, el optimismo contra el futuro negro que la cultura popular desea imponer. Ah McLuhan, maldigo tu perspicacia en el augurio. En fin, a lo que voy. Mi familia llegó a la ciudad desde aldeas pobres y ha ido haciéndose de muchos sitios, sin conflictos. Yo creo que siento igual; detesto con toda el alma el instinto gregario y aborrezco el concepto de identidad colectiva a extender como mancha de crudo en el océano. No tengo problema en que haya quien esté más apegado a su tierra y a afectos más hondos en torno al lugar.

Vengo observando desde siempre que hay quienes desean ser los portadores de la llama de los espíritus de la ciudad, portavoces de un orgullo local que se pretende amenazado. Suelen creerse la vanguardia de un lugar al que atribuyen diez mil defectos para elevarse ellos, que no los tienen. Pretenden que lo que pasa en su sitio pase por ellos y demostrar al que viene de qué pasta estamos hechos los de aquí. Actúan como guardianes de tradiciones difusas, del alma del lugar, única y en peligro. En fin, en todos los pueblos hay gente que cree que hay cosas que solo pasan en su pueblo. Es más, gente que cree que es única respecto a su pueblo, respecto del mundo. 

Yo no sé si es mejor un arraigo que pueda ser asfixiante o un desarraigo que pueda ser alienante. Sé la vida que he elegido a medias y que la vida ha ido eligiendo para mí en su otra mitad. No hay sitio al que ir como a casa, pienso. No obstante, oyendo a los representantes del orgullo local atribuirse la voz de todos, me siento incómodo, enervado, confuso. Uno debiera ser de muchos sitios y hallar su mejor patria donde mayor es su remedio. Lo demás serán declaraciones roncas y verduras de las eras.

En la otra tierra la luz del atardecer aún reina, declinando lenta. El viento agita vigoroso las copas de los árboles y los parques y los museos despiden a la gente del domingo. El cielo pinta azules y blancos diáfanos y el tiempo recorre su camino hacia la oscuridad de nuevo. Mañana será otro día: todos echamos de menos algo.