Se murió, pero ya se había ido mucho antes. Tuve la suerte de descubrir y disfrutar sus libros en la mejor edad para ello, para todo, cuando la experiencia aún no comete la bajeza de compararlo todo porque no se ha cansado.
Hay algunas ideas que le debo. No tiene demasiado sentido repetirlas, él las cuenta infinitamente mejor, claro. Sin embargo, esto es un lugar aislado al que acudimos pocos y si a alguien le apetece visitarlas en su mejor versión, eso que ganará.
Primera, la bondad más pura solo se puede evaluar en nuestra relación con aquellos con los que no entablamos una relación de poder: los animales. Creo que es cierto, siempre creo que quien acaricia a un animal tiene un fondo justo. También creo al tiempo que las mascotas pueden llegar a ser un artefacto de manipulación de la realidad; no te confrontan, no aspiran a ser lo que tú no deseas y no sabes qué son. Caben infinitos matices y la bondad y la maldad son conceptos en ocasiones demasiado elusivos. En fin, el propio Kundera en el estupendo ensayo breve La desprestigiada herencia de Cervantes arguye que la novela permite mirar el mundo desde diferentes puntos de vista.
Su segunda idea me trae una imagen, la de un personaje femenino que acude a un funeral con unas gafas de sol. No para que no se vea que llora sino para que todos lo sepan. En ese punto el autor traza un bosquejo de la figura del Homo sentimentalis, aquel que hace del sentimiento, de cualquiera, un valor en sí mismo.
Tres, la imagología. El declinar de las ideas viene de la mano de su transformación en imágenes y consignas, para simplificar cualquier conjunto de ideas, siempre problemáticas, nunca formadas del todo en una serie de referentes a los cuales tomamos como la propia idea, una voz vacía que solo nos consuela de la complejidad en un refugio cálido.
En fin, muchas otras que no recuerdo o recuerdo poco: La de que el verdadero amor es querer dormir con alguien, uno puede desear a muchas personas sin más, la de la asunción de la culpa individual en la indecencia colectiva: tendemos a perdonarnos y a soslayar la responsabilidad. No obstante, Edipo.no sabía y cuando supo quien era, se dejó ciego. No podremos saber si porque se sentía culpable o porque proclamaba su inocencia.
Todas esas ideas me resultan pertinentes para entender el fragmentado mundo de hoy. Tampoco deseo ser rotundo. Miro el mundo como otros, él entre ellos me ha enseñado. Miramos las cosas no como son, sino como somos. En fin, agradezco su maestría y su literatura. Me ha dado pena, pero ya era mayor y ha llevado una vida plena, espero. Al menos como autor, debe haberla sido. Uno de sus personajes acuña el epitafio que luego lo resumirá: Después de tanto andar, el regreso. Si no recuerdo mal. Pues eso. Que la tierra le sea leve.
La tarde se resiste a morir y aún muestra su azul eléctrico que las siluetas de los edificios y las formas de las aves completan.
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