El tiempo es la percepción psicológica de un cambio caótico e incesante. La percepción completa debería mostrar las cosas tal y como son, infinitas. Como somos seres de supervivencia y no de plenitud, la experiencia nos está vedada y se superpone en capas contradictorias fracturadas. La mente sabe comprender lo que no pertenece a su misma materia. La mirada separa entre predadores y presas, el oído se apresta para oír lo que amenaza y lo que promete. O bien todo este caos es infinito o bien su orden está por encima de nuestra comprensión. En realidad, ambas significan lo mismo: eres, somos la discordancia del fulgor del instante y el frío de la eternidad, sin poder atrapar ninguna de ellas.
El río corre igual que siempre hacia la mar, y cada fracción de segundo es distinto. El viento sopla donde quiere y no recorre dos veces el mismo sendero. La lluvia no despoja nunca de la misma forma los árboles. Les estrellas nos parecen inmóviles, pero más allá de lo que logramos captar, batallas de titanes pudieran suceder. Acaso algún día, después del tiempo seremos liberados de la conciencia y la percepción. Los meandros del misterio arrastrarán olvidos parciales hacia una comprensión total. Y allí, quizá, encontraremos todas las respuestas.
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