La voluntad de cambio en lo que nunca se conmueve,
El goce del día en la gélida noche,
El arduo aliento de la calma en las estrellas.
Ellas me consuelan de este pasar distante
La órbita desencadenada entre lo que ocurre y siento,
Su indiferente maravilla que atesora una luz
Que luego deja huérfanas las formas que despierta.
Busco acaso la respuesta al misterio.
Más que un andante, un modesto eremita
Buscando estar en paz con Dios y conseguir la Gracia,
Aprender que el instante es inasible y desvela
Constelaciones de significados y un secreto mapa,
Semilla de lo que será, tumba de lo que pudo ser...
Y libre al fin de sí, espera al ocaso para desvanecerse.
Las estrellas persisten su embrujo intacto displicentes
Nunca nos miran y sin saber que existen, giran
Formas celestes sin más alma que el humano deseo
De pervivir, de ser latente raíz bajo la nieve
Y despertar cuando la primavera fecunde los floridos campos.
Hoy la vida es frenesí en pos de otras quimeras;
No queda voluntad de escudriñar las sombras
Y mirar hacia el cielo es un vicio insolente.
Una tarea perdida que no acarrea réditos
Ni espera ser compartida o ansiada.
Miro ese mar inmenso sobre nuestros ojos,
Y sé que nunca veré lo que ha ocurrido
Allá en los amplios espacios donde el silencio reina
Sin saber de cuitas, desamparo o euforia.
Sólo ser sin saber que están siendo
Y, libres de deseo, quizá merezcan alma.
¿La tengo yo, mientras escribo en vano?
Espero merecerla, saber su chispa remota
E imaginar que nos alcanzará cuando sepamos ver
Dentro de nuestra oscuridad en la que no clarea
El olvido, el temor, la dicha o el remordimiento
Para olvidarlos pronto y dejarlos afuera.
Soy yo que no soy nada y siendo
Soy los aprendices de Ur, los babilonios, los caldeos,
Los gramáticos y los geómetras, los soldados muertos,
Los que no vieron el sentido, como yo no lo encuentro,
Los que no entienden la hora, como yo no la entiendo.
Los que reposan después de largas jornadas olvidadas,
Todos los otros que contemplaron sin ser mirados nunca.
Ojos que fueron huesos, huesos que fueron polvo, polvo que siempre es nada.
Tan invisible y perdidos sin saber que lo estamos,
Sedientos de miradas, de luz y de consuelo,
Siempre mirando hacia la noche, siempre lejos del cielo.
Sí, hijos de las estrellas...con alma y extravío.
Hogueras perpetuas de fulgor y silencios,
Refulgentes esferas de desdén atávico,
Oh, madres frustradas de un perpetuo vacío.
Las estrellas persisten su embrujo intacto displicentes
Nunca nos miran y sin saber que existen, giran
Formas celestes sin más alma que el humano deseo
De pervivir, de ser latente raíz bajo la nieve
Y despertar cuando la primavera fecunde los floridos campos.
Hoy la vida es frenesí en pos de otras quimeras;
No queda voluntad de escudriñar las sombras
Y mirar hacia el cielo es un vicio insolente.
Una tarea perdida que no acarrea réditos
Ni espera ser compartida o ansiada.
Miro ese mar inmenso sobre nuestros ojos,
Y sé que nunca veré lo que ha ocurrido
Allá en los amplios espacios donde el silencio reina
Sin saber de cuitas, desamparo o euforia.
Sólo ser sin saber que están siendo
Y, libres de deseo, quizá merezcan alma.
¿La tengo yo, mientras escribo en vano?
Espero merecerla, saber su chispa remota
E imaginar que nos alcanzará cuando sepamos ver
Dentro de nuestra oscuridad en la que no clarea
El olvido, el temor, la dicha o el remordimiento
Para olvidarlos pronto y dejarlos afuera.
Soy yo que no soy nada y siendo
Soy los aprendices de Ur, los babilonios, los caldeos,
Los gramáticos y los geómetras, los soldados muertos,
Los que no vieron el sentido, como yo no lo encuentro,
Los que no entienden la hora, como yo no la entiendo.
Los que reposan después de largas jornadas olvidadas,
Todos los otros que contemplaron sin ser mirados nunca.
Ojos que fueron huesos, huesos que fueron polvo, polvo que siempre es nada.
Tan invisible y perdidos sin saber que lo estamos,
Sedientos de miradas, de luz y de consuelo,
Siempre mirando hacia la noche, siempre lejos del cielo.
Sí, hijos de las estrellas...con alma y extravío.
Hogueras perpetuas de fulgor y silencios,
Refulgentes esferas de desdén atávico,
Oh, madres frustradas de un perpetuo vacío.
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