Nací un 28 de diciembre, del año 1980. Me gusta pensar que una gran tormenta cercaba la ciudad, y los lobos acechaban astutos entre los bosques de coníferas. Eran los años del despegue económico, después de la revolución agrícola, y Galileo se pasó por mi casa cuando era pequeño repartiendo folletos. Recuerdo haber montado en una montaña rusa que te ofrecía la posibilidad de saltar al hiperespacio del halcón milenario si cerrabas los ojos y a Buda que trabajaba en un bazar chino con los ojos caídos. Por esa época, yo ya jugaba en el Bayern de Munich de segundo punta, y Lillo me vino a ver y me dijo que la dinámica extemporánea del esférico simulaba una relación asimétrica entre las parábolas que dibujaba el balón y los ondulaciones electorales del sindicato.
Eran buenos tiempos. Recuerdo batallar al lado de Alejandro en Gaugamela, aunque no me pude quedar hasta el final porque había medio quedao con otro amigo para jugar al baloncesto. Cuando fui creciendo, descubrí que la lengua de las aves no me iba a servir mucho en mi CV y la olvide por completo. Vino Stanley Kubrick a ofrecerme un documental sobre mi propia vida, ocho años tenía. se iba a llamar " Doors open at midday" y se centraba en mi aventura culinaria de usar un ejército de lagartijas superinteligentes adiestradas en química para hacer bocadillos de huevos con chorizo. Fue una empresa muy exitosa, pero turbias tácticas de McDonalds nos hundieron.
Mis últimos años han sido más tranquilos, descubriendo varios secretos esenciales que cambiarían la historia de la humanidad, pero guardándomelos para mí, por modestia franciscana. Aparte de eso, fui condenado sin pruebas, pero logre escapar y ahora formo parte de un grupo de soldados de fortuna. Si usted tiene un problema quizá pueda contratarme. También he escrito la aclamada obra concienciada "Cariño, el cambio climático ha enojado al cocodrilo y no sale de la piscina", y lideré con éxito la resistencia terráquea contra la invasión de los malvados habitantes de Zeleukar-4. Tengo que pasarme un día para hablar con su líder. He conducido estudios genéticos que me han disuadido de aceptar las solicitudes de "germinación" a top models y actrices de Hollywood para evitar una estrechez de la línea genética humana y he aspirado, sin éxito, al título de mus de Villaconejos de Arriba; acepté con honor mi derrota debida a esos semidioses nonagenarios.
Y bueno, esta es, resumida, la historia de mi vida. Me he dejado lo más relevante fuera, pero es que tengo una misión de la que no puedo desvelar detalles (soy agente 001, y james Bond solo 007, así que imaginad). Espero que el hecho de tener que hacerla concisa y prosaica, sin grandes vanidades, no os haga pensar que soy un coñazo.
Disfrutad el día, si hace un poco de frío es porque agencias gubernamentales me han ordenado dirigir el clima desde mi Motorola. Después iré a repasar un poco por encima Internet, y si veo que no avanza, lo meto en mi carpeta de hacer antes del 30 y lo cambio manualmente todo.
Hasta luego.
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miércoles, 28 de diciembre de 2016
jueves, 22 de diciembre de 2016
El silencio. 22 de diciembre
Ojeo el periódico (y admito que echo de menos hojearlos) y leo noticias curiosas aunque tal vez hoy ya hayan dejado de serlo.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/12/22/actualidad/1482402618_786018.html
“Acaban de destruir uno de los pasajes más hermosos de esta obra…”
Puedo imaginar la destilación lenta del sonido en una orquesta clásica, sus permutaciones sutiles y su trabajo constante que se esconderá para dar al publico la hazaña más esforzada: la sencillez. Imagino el dialogo de autores hace siglos muertos con interpretes que dedican la vida a llegar a ellos y a buscar lo sublime de un percepción genial a un público interesado. E imagino, yo que no tengo esa destreza, el oído descubriendo matices en la vibración del aire. Todo para que el móvil se ponga a sonar. No me jodas.
Supongo que la cuestión es que esto hubiera sido una muestra de mala educación hace un tiempo, pero cada vez lo es menos. Vivimos a través de pantallas interpuestas, con personalidades ficticias y agitando el velo de maya para los demás. Nos embrujamos con la ilusión de que sabemos más, de que entendemos mejor y de que resolvemos mejor las contingencias gracias a la tecnología. Y que duda cabe, lo hacemos muchas veces, aún inconscientes del poder que ha sido depositado en nosotros. ¿Qué nos estará permitido esperar en el futuro, cuando lo que mostramos en una red le pertenezca más a ella que a nosotros?Las posibilidades parecen infinitas. Y sin embargo, detrás de esa brillantez minimalista y elegante, fluye el magma humano. Y parecer ser expansivo y burbujeante, como si el silencio le costará el tiempo que nos pasa y nos renueva.
Y ya casi nadie tiene tiempo de escuchar la lección de esos maestros antiguos, el silencio, el intento, el error, la prudencia, la pausa, la separación, la atención, el gozo sereno. Lo que cuesta crear lo que perdura, un árbol, un verso, una amistad, un hijo (enhorabuena, mis queridos amigos).Y a veces, despistados, imbuidos de egocentrismo y luces, no nos damos cuenta, hasta que es demasiado tarde, que ha llegado el final de la semana y en ella acabamos de destrozar otra obra maestra.
Dundalk se agita entre luces brillantes y espera la venida de algo, por una vez, que sea realmente nuevo.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/12/22/actualidad/1482402618_786018.html
“Acaban de destruir uno de los pasajes más hermosos de esta obra…”
Puedo imaginar la destilación lenta del sonido en una orquesta clásica, sus permutaciones sutiles y su trabajo constante que se esconderá para dar al publico la hazaña más esforzada: la sencillez. Imagino el dialogo de autores hace siglos muertos con interpretes que dedican la vida a llegar a ellos y a buscar lo sublime de un percepción genial a un público interesado. E imagino, yo que no tengo esa destreza, el oído descubriendo matices en la vibración del aire. Todo para que el móvil se ponga a sonar. No me jodas.
Supongo que la cuestión es que esto hubiera sido una muestra de mala educación hace un tiempo, pero cada vez lo es menos. Vivimos a través de pantallas interpuestas, con personalidades ficticias y agitando el velo de maya para los demás. Nos embrujamos con la ilusión de que sabemos más, de que entendemos mejor y de que resolvemos mejor las contingencias gracias a la tecnología. Y que duda cabe, lo hacemos muchas veces, aún inconscientes del poder que ha sido depositado en nosotros. ¿Qué nos estará permitido esperar en el futuro, cuando lo que mostramos en una red le pertenezca más a ella que a nosotros?Las posibilidades parecen infinitas. Y sin embargo, detrás de esa brillantez minimalista y elegante, fluye el magma humano. Y parecer ser expansivo y burbujeante, como si el silencio le costará el tiempo que nos pasa y nos renueva.
Y ya casi nadie tiene tiempo de escuchar la lección de esos maestros antiguos, el silencio, el intento, el error, la prudencia, la pausa, la separación, la atención, el gozo sereno. Lo que cuesta crear lo que perdura, un árbol, un verso, una amistad, un hijo (enhorabuena, mis queridos amigos).Y a veces, despistados, imbuidos de egocentrismo y luces, no nos damos cuenta, hasta que es demasiado tarde, que ha llegado el final de la semana y en ella acabamos de destrozar otra obra maestra.
Dundalk se agita entre luces brillantes y espera la venida de algo, por una vez, que sea realmente nuevo.
miércoles, 21 de diciembre de 2016
Los ritos y la espera.
Nos pasamos esperando la vida; esperamos amor, la riqueza, los niños, el reconocimiento, el fin de lo que nos atrapa y zarandea. Nos hemos hecho criaturas de niebla, apenas en el sitio mientras planean otra época de más solidez y calor.
Hace unos días, unos amigos me alojaron en su casa mientras pasaba un fin de semana con ellos. Me explicaron como hacen su propio pan, formas, texturas, ideas. el rito de repetir los pasos para hacer algo semejante y distinto cada vez. Y se me ocurre que los ritos tienen ese poder antiguo y hondo, el de hacer que las cosas se parezcan, se aparezcan ante nosotros como sólidas y duraderas y nos ofrezcan la posibilidad del matiz también, anclados en lo nervudo para cambiar lo ligero, a veces, y jugar con el tiempo, el tiempo que trae sus propios afanes mientras una conciencia de lo presente presta atención y vive. No es solo el pan, el queso, el vino, el huerto, el mueble. Es la fuerza transformadora de las manos y su conexión con el espíritu. Es el rito del agua, la pasión, el cuidado, el recuerdo. Pues somos criaturas de niebla que han olvidado lo que pisan. Quiero crear algo, sin intermediarios, sera humilde y al principio pobre de apariencia, mas real. Y su realidad contagiará mis días, que están ebrios de máscaras y espera de algo que nunca existió. Haré pan, o cultivare mi huerto. Voy a cambiar las tornas.
Y Dundalk se mece frío y luminoso entre las voces que las paredes murmuran, amistosas.
Hace unos días, unos amigos me alojaron en su casa mientras pasaba un fin de semana con ellos. Me explicaron como hacen su propio pan, formas, texturas, ideas. el rito de repetir los pasos para hacer algo semejante y distinto cada vez. Y se me ocurre que los ritos tienen ese poder antiguo y hondo, el de hacer que las cosas se parezcan, se aparezcan ante nosotros como sólidas y duraderas y nos ofrezcan la posibilidad del matiz también, anclados en lo nervudo para cambiar lo ligero, a veces, y jugar con el tiempo, el tiempo que trae sus propios afanes mientras una conciencia de lo presente presta atención y vive. No es solo el pan, el queso, el vino, el huerto, el mueble. Es la fuerza transformadora de las manos y su conexión con el espíritu. Es el rito del agua, la pasión, el cuidado, el recuerdo. Pues somos criaturas de niebla que han olvidado lo que pisan. Quiero crear algo, sin intermediarios, sera humilde y al principio pobre de apariencia, mas real. Y su realidad contagiará mis días, que están ebrios de máscaras y espera de algo que nunca existió. Haré pan, o cultivare mi huerto. Voy a cambiar las tornas.
Y Dundalk se mece frío y luminoso entre las voces que las paredes murmuran, amistosas.
martes, 20 de diciembre de 2016
La manada, 20 de diciembre.
Quería hablar de la intelectualización del fútbol, tras haber visto comparar a mi admirado Messi con Einstein y Pasteur. Leo varios artículos de deporte de periodistas a los que aprecio que parecen creer que todo mejora cuando se trascendentaliza. Llaneza, muchacho, que toda afectación es mala, que dijo Cervantes.
Y pensando en Cervantes, he vuelto a pensar que poco cervantino es mi país, y lo que mejoraría si lo adoptara como padre espiritual. Hemos preferido al oscuro Quevedo (banalizado, pero popularizado como chocarrero, lleno de oscuro desprecio y moralismo satisfecho de herirse). Quevedo seria así una mueca hiriente que deriva en carcajada porque el llanto acecha; Cervantes a veces es vulgarmente cruel, pero suele ser irónico, sonriente y sereno, aunque no menos trágico. Pudiéramos haber leído mejor a Quevedo (e interiorizar que todos valemos por lo mejor de que somos capaces y no al contrario), o haber bebido a Cervantes como un vino gustoso, a sorbitos. Creo que seríamos mejores.
El poder de la imaginación, la magia de la ironía, el juego de la realidad y las ficciones, el barroco gusto por los espejos que reflejan otros (como Velázquez), y sobre todo la compasión por los olvidados, el interés por el otro punto de vista, el aprecio de lo popular sin renunciar a la noble pretensión de elevarlo, su amor por la justicia, su anhelo de libertad. Todo lo que a veces parece que la manada que muchas veces nos gusta formar, rechaza. No sé si Cervantes habría abierto una cuenta de twitter. Lo imagino leyendo, tratando de comprender, escribiendo conscientemente evitando de parecer rotundo. Pero no serviría de nada. Nos gusta gritar, zaherir, amenazar. Hemos formado una sociedad frustrada en la que la frustración revierte beneficios a muchos otros, que nunca escriben nada. Pero la manada es culpable de renunciar a serlo, cuando no tiene por qué.
Dundalk imagina hidalgos que embistan las cárceles invisibles.
Y pensando en Cervantes, he vuelto a pensar que poco cervantino es mi país, y lo que mejoraría si lo adoptara como padre espiritual. Hemos preferido al oscuro Quevedo (banalizado, pero popularizado como chocarrero, lleno de oscuro desprecio y moralismo satisfecho de herirse). Quevedo seria así una mueca hiriente que deriva en carcajada porque el llanto acecha; Cervantes a veces es vulgarmente cruel, pero suele ser irónico, sonriente y sereno, aunque no menos trágico. Pudiéramos haber leído mejor a Quevedo (e interiorizar que todos valemos por lo mejor de que somos capaces y no al contrario), o haber bebido a Cervantes como un vino gustoso, a sorbitos. Creo que seríamos mejores.
El poder de la imaginación, la magia de la ironía, el juego de la realidad y las ficciones, el barroco gusto por los espejos que reflejan otros (como Velázquez), y sobre todo la compasión por los olvidados, el interés por el otro punto de vista, el aprecio de lo popular sin renunciar a la noble pretensión de elevarlo, su amor por la justicia, su anhelo de libertad. Todo lo que a veces parece que la manada que muchas veces nos gusta formar, rechaza. No sé si Cervantes habría abierto una cuenta de twitter. Lo imagino leyendo, tratando de comprender, escribiendo conscientemente evitando de parecer rotundo. Pero no serviría de nada. Nos gusta gritar, zaherir, amenazar. Hemos formado una sociedad frustrada en la que la frustración revierte beneficios a muchos otros, que nunca escriben nada. Pero la manada es culpable de renunciar a serlo, cuando no tiene por qué.
Dundalk imagina hidalgos que embistan las cárceles invisibles.
lunes, 19 de diciembre de 2016
19 de diciembre. Kafka sobre nosotros.
Es sabido que Kafka anotó que había ido a la piscina por la tarde el día en que se declaró la Primera Guerra Mundial (sección guerra ruso-alemana). Generalmente el coro de la moral ajena ha considerado este apunte frívolo, arrogante, muestra de un desapego culpable por cómplice hacia la marcha del mundo. Pudiera ser. También pudiera ser que estuviera harto. De la agresividad germana, la rapiña británica, el avispero de los balcanes, la decadencia austrohúngara, la virulencia rusa, la vacuidad francesa, el antisemitismo perpetuo y enfin, la insignificancia europea y su languidez en todo excepto en su afán por destruirse. Supongo que entre tantos amagos de guerras, proclamas nacionalistas y estupidez hubo personas honradas, valientes, buenas. Sabemos que hubo avances en todas las ciencias y en los artes.Que el progreso era un concepto que llegó a ser considerado una regla de hierro de la historia. Pero ay, la historia ha recordado una y otra vez que su primera regla de hierro es recordarlo todo para vengarlo.
Una razón para exculpar a Kafka de las acusaciones arriba citadas es que nadie interpretó su tiempo, padre del nuestro como él. Sus alegorías, pasillos infinitos con puertas que esconden y niegan, los culpables angustiados porque no sabes de que se les acusa, los que ven algo sobrecogedor que no les permitirá el perdón, Su lenguaje, ajustado y cortante (dicen). Su identidad, fragmentada y amplia. Su falta de misericordia en la trama y sus relámpagos súbitos de caridad por sus personajes.
Hoy quizá hemos abaratado esas formas, pero las seguimos usando. Esta es una de mis favoritas, de Art Spiegelman en su cómic sobre el 11S; una familia ve la tele, aburrida. De repente un estallido, su pelo se encrespa. Tras el sobresalto, la familia conserva los pelos crispados y la tediosa modorra.
Quizá, o no quizá, seguro que es muy difícil encontrar soluciones eficaces. Pero entre la arrogancia de quienes se arrogan a Dios, la virulencia de los que anuncian soluciones drásticas y fáciles, el flagelo de los que se flagelan (en un plural que deje claro que ellos no se incluyen en él porque son mejores que los demás) y la inopia de los que creen que hay que hablar muy suavemente pero sin nunca llevar un palo muy grande a la vez...uno, y me da la impresión de que la mayoría se harta. Pero es una hartura mezclada con un tedio vital y unos brazos caídos de una sociedad en la que apenas nadie parece tener una misión vital que sobre pase la satisfacción de su propio ego, Y entre los que no lo sufren están los fanáticos. Por eso el mundo va así. Durmiendo pesadillas y conjurándolas en olvido.
Habrá que intentar encontrar un motivo, un sentido. Dundalk está lejos de todo y, azotado por el viento, rumia sus pequeñas batallas ignorando su fortuna y tejiendo un mañana que esperamos que no nos traiga tiempos interesantes.
Una razón para exculpar a Kafka de las acusaciones arriba citadas es que nadie interpretó su tiempo, padre del nuestro como él. Sus alegorías, pasillos infinitos con puertas que esconden y niegan, los culpables angustiados porque no sabes de que se les acusa, los que ven algo sobrecogedor que no les permitirá el perdón, Su lenguaje, ajustado y cortante (dicen). Su identidad, fragmentada y amplia. Su falta de misericordia en la trama y sus relámpagos súbitos de caridad por sus personajes.
Hoy quizá hemos abaratado esas formas, pero las seguimos usando. Esta es una de mis favoritas, de Art Spiegelman en su cómic sobre el 11S; una familia ve la tele, aburrida. De repente un estallido, su pelo se encrespa. Tras el sobresalto, la familia conserva los pelos crispados y la tediosa modorra.
Quizá, o no quizá, seguro que es muy difícil encontrar soluciones eficaces. Pero entre la arrogancia de quienes se arrogan a Dios, la virulencia de los que anuncian soluciones drásticas y fáciles, el flagelo de los que se flagelan (en un plural que deje claro que ellos no se incluyen en él porque son mejores que los demás) y la inopia de los que creen que hay que hablar muy suavemente pero sin nunca llevar un palo muy grande a la vez...uno, y me da la impresión de que la mayoría se harta. Pero es una hartura mezclada con un tedio vital y unos brazos caídos de una sociedad en la que apenas nadie parece tener una misión vital que sobre pase la satisfacción de su propio ego, Y entre los que no lo sufren están los fanáticos. Por eso el mundo va así. Durmiendo pesadillas y conjurándolas en olvido.
Habrá que intentar encontrar un motivo, un sentido. Dundalk está lejos de todo y, azotado por el viento, rumia sus pequeñas batallas ignorando su fortuna y tejiendo un mañana que esperamos que no nos traiga tiempos interesantes.
viernes, 16 de diciembre de 2016
Nochevieja del 16 de diciembre. 2016.
Esto es una miseria, una completa miseria. A nadie le importa nada de nada. Y cuando alguno trata de agitar aisladamente este o aquel problema, una u otra cuestión, se lo atribuyen o a negocio o a afán de notoriedad y ansia de singularizarse
No cabe duda de que el consumidor ha devorado al ciudadano en un escala global bastante resaltable. Pero siempre hubo clases y clases. Yo vengo de una ciudad que va camino, si no lo es ya, de ser un geriátrico con estallidos aislados de masificación juvenile, empaquetada (o embotellada, sería más propio) para un consumo estandarizado que reportara beneficios a unos pocos hosteleros conchabados en una red de clientelismo tan burda como consolidada con unos politicos que pasan la factura en nombre de todos.
No creo que se trate de ser moralista (aunque no se acaba de ver a que imagen universitaria aspira una ciudad con una Universidad Antigua y venerable pero en la actualidad una lamentable institución anquilosada en una mentalidad provinciana y complaciente), ni conservador (aunque uno se pregunta si una clase media devastada por una presión fiscal creciente puede aceptar que sus ingresos sirvan de sostén a negocios y juegos de poder de individuos y cenáculos que no aspiran ni por un Segundo al bien común), ni excéntrico (aunque es obvio que el embrujo de un pasado más o menos remarcable, siempre embellecido, que en otros lugares no muy lejanos asola la convivencia, actúa en la ciudad como un remanso ficticio que impide que las cosas realmente importantes puedan cambiar), ni hipócrita (si, por supuesto, salí, bebí, tuve malas noches e hice tonterias. Pero sin el respaldo de la estupidez del poder incitándome a que bebiera y callara. No se entiende que la “diversión” sea algo relacionado con las sustancias que aletargan la tristeza. Pero que se provea con el sello público de las instituciones compartidas es sencillamente abyecto).
No hay porvenir; nunca hay porvenir. Eso que llaman el porvenir es una de las más grandes mentiras. El verdadero porvenir es hoy. ¿Qué será de nosotros mañana? ¡No hay mañana! ¿Qué es de nosotros hoy, ahora? Ésta es la única cuestión.
Somos nosotros, claro. Nunca el pueblo suele ser mejor que sus gobernantes, sus hombres de negocio, sus poderosos. Aunque obviamente el mínimo común denominador siempre les ayuda a prosperar y a seguir incólumes, su soberbio camino. Si entre casi doscientas mil personas no hay un mejor alcalde que el que tenemos, o el anterior, cuyos únicos méritos son medrar en partidos políticos, esas asociaciones que huelen a viejo y que solo sobresalen por la supervivencia del menos apto y menos escrupuloso, merecemos que ese alcalde entregue una ciudad que no es suya pero que no sabemos defender a los delirios de unos empresarios que han aprendido que el capitalismo de estado consiste en acaparar ganancias y socializar perdidas, mientras se promueve un calor de establo tan simple que duele; una base de identidad construida alrededor de símbolos oxidados y tradiciones. Sigue siendo una ciudad agradable, rodeada de olvido y pena, decayendo lentamente como sus ancianos. Y no queda un Unamuno que la agite. Y si lo hiciera, no le harían caso. Es más fácil pasar los días en el equivalente contemporáneo de la mesa del casino y los torreznos que el enfrentamiento fútil. Pero hace falta.
¡Poneos en marcha! ¿Que adónde vais? La estrella os lo dirá: ¡al sepulcro! ¿Qué vamos a hacer en el camino mientras marchamos? ¿Qué? ¡Luchar! ¡Luchar!, y ¿cómo?
¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos!, y ¡adelante! ¡Adelante siempre!
Quizá todos hemos sido educados en la comodidad, y en ella hemos perdido ese espíritu caballeresco. Queda la resistencia, las pocas palabras, decir que poner en almoneda un centro monumental y los impuestos de todos para el negocio privado es una golfada, que no vamos a ningún sitio con nuestra universidad patética cuya imagen parece querer confundir el conocimiento con el desfase y que tenemos unos representantes e ídolos de mierda porque somos una sociedad de mierda.
Será el 800 aniversario de la Universidad en un año. Emboscado e insignificante, aquí les espero.
Dundalk camina solo, también decayendo a su manera, mientras los barcos de su puerto imaginan el mar de ayer.
No cabe duda de que el consumidor ha devorado al ciudadano en un escala global bastante resaltable. Pero siempre hubo clases y clases. Yo vengo de una ciudad que va camino, si no lo es ya, de ser un geriátrico con estallidos aislados de masificación juvenile, empaquetada (o embotellada, sería más propio) para un consumo estandarizado que reportara beneficios a unos pocos hosteleros conchabados en una red de clientelismo tan burda como consolidada con unos politicos que pasan la factura en nombre de todos.
No creo que se trate de ser moralista (aunque no se acaba de ver a que imagen universitaria aspira una ciudad con una Universidad Antigua y venerable pero en la actualidad una lamentable institución anquilosada en una mentalidad provinciana y complaciente), ni conservador (aunque uno se pregunta si una clase media devastada por una presión fiscal creciente puede aceptar que sus ingresos sirvan de sostén a negocios y juegos de poder de individuos y cenáculos que no aspiran ni por un Segundo al bien común), ni excéntrico (aunque es obvio que el embrujo de un pasado más o menos remarcable, siempre embellecido, que en otros lugares no muy lejanos asola la convivencia, actúa en la ciudad como un remanso ficticio que impide que las cosas realmente importantes puedan cambiar), ni hipócrita (si, por supuesto, salí, bebí, tuve malas noches e hice tonterias. Pero sin el respaldo de la estupidez del poder incitándome a que bebiera y callara. No se entiende que la “diversión” sea algo relacionado con las sustancias que aletargan la tristeza. Pero que se provea con el sello público de las instituciones compartidas es sencillamente abyecto).
No hay porvenir; nunca hay porvenir. Eso que llaman el porvenir es una de las más grandes mentiras. El verdadero porvenir es hoy. ¿Qué será de nosotros mañana? ¡No hay mañana! ¿Qué es de nosotros hoy, ahora? Ésta es la única cuestión.
Somos nosotros, claro. Nunca el pueblo suele ser mejor que sus gobernantes, sus hombres de negocio, sus poderosos. Aunque obviamente el mínimo común denominador siempre les ayuda a prosperar y a seguir incólumes, su soberbio camino. Si entre casi doscientas mil personas no hay un mejor alcalde que el que tenemos, o el anterior, cuyos únicos méritos son medrar en partidos políticos, esas asociaciones que huelen a viejo y que solo sobresalen por la supervivencia del menos apto y menos escrupuloso, merecemos que ese alcalde entregue una ciudad que no es suya pero que no sabemos defender a los delirios de unos empresarios que han aprendido que el capitalismo de estado consiste en acaparar ganancias y socializar perdidas, mientras se promueve un calor de establo tan simple que duele; una base de identidad construida alrededor de símbolos oxidados y tradiciones. Sigue siendo una ciudad agradable, rodeada de olvido y pena, decayendo lentamente como sus ancianos. Y no queda un Unamuno que la agite. Y si lo hiciera, no le harían caso. Es más fácil pasar los días en el equivalente contemporáneo de la mesa del casino y los torreznos que el enfrentamiento fútil. Pero hace falta.
¡Poneos en marcha! ¿Que adónde vais? La estrella os lo dirá: ¡al sepulcro! ¿Qué vamos a hacer en el camino mientras marchamos? ¿Qué? ¡Luchar! ¡Luchar!, y ¿cómo?
¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos!, y ¡adelante! ¡Adelante siempre!
Quizá todos hemos sido educados en la comodidad, y en ella hemos perdido ese espíritu caballeresco. Queda la resistencia, las pocas palabras, decir que poner en almoneda un centro monumental y los impuestos de todos para el negocio privado es una golfada, que no vamos a ningún sitio con nuestra universidad patética cuya imagen parece querer confundir el conocimiento con el desfase y que tenemos unos representantes e ídolos de mierda porque somos una sociedad de mierda.
Será el 800 aniversario de la Universidad en un año. Emboscado e insignificante, aquí les espero.
Dundalk camina solo, también decayendo a su manera, mientras los barcos de su puerto imaginan el mar de ayer.
miércoles, 14 de diciembre de 2016
Cara anchoa. 14 Dec. 2016
La ley de gravedad es dura, pero es la ley. La educación es, en el fondo, el intento de preparación de unos seres asombrosamente débiles a las inclemencias de la vida. "Siempre habrá alguien más fuerte, más listo y más guapo que tu", nos decía un maestro, y aunque la arrogancia impulsiva adolescente nos hacia creer que nosotros eramos distintos, recibimos golpes, por mano de la naturaleza y de otros que nos hicieron sentirnos desdichados. Pero al fin, todo pasa. Y es mejor darse cuenta pronto que aunque el mundo es un teatro, no somos los protagonistas rodeados de secundarios sin importancia.
Espero que este chico no se convierta en el muñeco de pim pam pum que parecía gustar hacer parecer a los otros. No hay mucha esperanza. No es un youtuber, ni un trabajador, ni un mal día. Es el tedio, la angustia y falta de valor y corazón que un país necesita para estar vivo y que sustituye latidos por visitas a la última novedad, para olvidarlo todo.
Dundalk ofrece su cara de anchoa a los vientos gélidos mientras las chimeneas vomitan nostalgia.
Espero que este chico no se convierta en el muñeco de pim pam pum que parecía gustar hacer parecer a los otros. No hay mucha esperanza. No es un youtuber, ni un trabajador, ni un mal día. Es el tedio, la angustia y falta de valor y corazón que un país necesita para estar vivo y que sustituye latidos por visitas a la última novedad, para olvidarlo todo.
Dundalk ofrece su cara de anchoa a los vientos gélidos mientras las chimeneas vomitan nostalgia.
jueves, 8 de diciembre de 2016
El miedo. 8 de diciembre del 2016.
Recibí un libro el otro día ( y que rápido nos acostumbramos a unas facilidades de acceso a la cultura y el entretenimiento hoy). Su título es "La resistencia íntima". Es sugestivo y amable, de tono sobrio y pausado. Dice en algún momento que estamos faltos de resistencia al presente. creo que es verdad. y creo que no poca consecuencia de esa debilidad es un miedo inoculado paso a paso entre los resquicios más sutiles de nuestro vivir. Miedo a la competencia, la incertidumbre, la enfermedad, el tedio. Miedo a los tártaros, a los habitantes antiguos de la fortaleza, al odio desatado. Miedo a vivir una vida tan cómoda que se ha vuelto heroico ser abnegado y noble, prefiriendo la mediocridad del beneficio insulso. Y que más dá. ya es tarde para andar perpetrando tus filosofías con la excusa de otro. Acuéstate, sueña con lo que pelearás mañana y observa como la niebla baja en Dundalk como si el manto del olvido quisiera ser posado en nuestros ojos clandestinos.
martes, 6 de diciembre de 2016
6 de diciembre, 2016.
Volver de un viaje es dulce, pero devuelve el cansancio que las nuevas emociones y sensaciones y descubrimientos encubren. Llegue tarde y exhausto, hoy me levante tarde, he descansado, hecho algunas tareas domésticas y leído. Por ejemplo, esto de Antonio Colinas, que elevará el nivel de este portón humilde que esconde un hueco ennegrecido para la lumbre
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche.
Respira el labio en labio el aire enamorado.
Boca puesta en la boca cerrada de secretos,
respiro con la sabia de los troncos talados,
y, como roca voy respirando el silencio
y, como las raíces negras, respiro azul
arriba en los ramajes de verdor rumoroso.
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce
sombrío de mis venas toda la luz del mundo.
Y yo era un gran sol de luz que respiraba.
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho
que inspira la luz y espira la sombra,
que recibe el día y desprende la noche,
que inspira la vida y espira la muerte.
Inspirar, espirar, respirar: la fusión
de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.
Ebriedad de sentirse invadido por algo
sin color ni sustancia, y verse derrotado,
en un mundo visible, por esencia invisible.
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
Me he sentado en el centro del mundo a respirar.
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo
y, al despertar, mis labios musitaban despacio
en la luz del aroma: "Aquel que lo conoce
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido".
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