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jueves, 22 de diciembre de 2016

El silencio. 22 de diciembre

Ojeo el periódico (y admito que echo de menos hojearlos) y leo noticias curiosas aunque tal vez hoy ya hayan dejado de serlo.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/12/22/actualidad/1482402618_786018.html

“Acaban de destruir uno de los pasajes más hermosos de esta obra…”
Puedo imaginar la destilación lenta del sonido en una orquesta clásica, sus permutaciones sutiles y su trabajo constante que se esconderá para dar al publico la hazaña más esforzada: la sencillez. Imagino el dialogo de autores hace siglos muertos con interpretes que dedican la vida a llegar a ellos y a buscar lo sublime de un percepción genial a un público interesado. E imagino, yo que no tengo esa destreza, el oído descubriendo matices en la vibración del aire. Todo para que el móvil se ponga a sonar. No me jodas.

Supongo que la cuestión es que esto hubiera sido una muestra de mala educación hace un tiempo, pero cada vez lo es menos. Vivimos a través de pantallas interpuestas, con personalidades ficticias y agitando el velo de maya para los demás. Nos embrujamos con la ilusión de que sabemos más, de que entendemos mejor y de que resolvemos mejor las contingencias gracias a la tecnología. Y que duda cabe, lo hacemos muchas veces, aún inconscientes del poder que ha sido depositado en nosotros. ¿Qué nos estará permitido esperar en el futuro, cuando lo que mostramos en una red le pertenezca más a ella que a nosotros?Las posibilidades parecen infinitas. Y sin embargo, detrás de esa brillantez minimalista y elegante, fluye el magma humano. Y parecer ser expansivo y burbujeante, como si el silencio le costará el tiempo que nos pasa y nos renueva.

Y ya casi nadie tiene tiempo de escuchar la lección de esos maestros antiguos, el silencio, el intento, el error, la prudencia, la pausa, la separación, la atención, el gozo sereno. Lo que cuesta crear lo que perdura, un árbol, un verso, una amistad, un hijo (enhorabuena, mis queridos amigos).Y a veces, despistados, imbuidos de egocentrismo y luces, no nos damos cuenta, hasta que es demasiado tarde, que ha llegado el final de la semana y en ella acabamos de destrozar otra obra maestra.

Dundalk se agita entre luces brillantes y espera la venida de algo, por una vez, que sea realmente nuevo.

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