Es sabido que Kafka anotó que había ido a la piscina por la tarde el día en que se declaró la Primera Guerra Mundial (sección guerra ruso-alemana). Generalmente el coro de la moral ajena ha considerado este apunte frívolo, arrogante, muestra de un desapego culpable por cómplice hacia la marcha del mundo. Pudiera ser. También pudiera ser que estuviera harto. De la agresividad germana, la rapiña británica, el avispero de los balcanes, la decadencia austrohúngara, la virulencia rusa, la vacuidad francesa, el antisemitismo perpetuo y enfin, la insignificancia europea y su languidez en todo excepto en su afán por destruirse. Supongo que entre tantos amagos de guerras, proclamas nacionalistas y estupidez hubo personas honradas, valientes, buenas. Sabemos que hubo avances en todas las ciencias y en los artes.Que el progreso era un concepto que llegó a ser considerado una regla de hierro de la historia. Pero ay, la historia ha recordado una y otra vez que su primera regla de hierro es recordarlo todo para vengarlo.
Una razón para exculpar a Kafka de las acusaciones arriba citadas es que nadie interpretó su tiempo, padre del nuestro como él. Sus alegorías, pasillos infinitos con puertas que esconden y niegan, los culpables angustiados porque no sabes de que se les acusa, los que ven algo sobrecogedor que no les permitirá el perdón, Su lenguaje, ajustado y cortante (dicen). Su identidad, fragmentada y amplia. Su falta de misericordia en la trama y sus relámpagos súbitos de caridad por sus personajes.
Hoy quizá hemos abaratado esas formas, pero las seguimos usando. Esta es una de mis favoritas, de Art Spiegelman en su cómic sobre el 11S; una familia ve la tele, aburrida. De repente un estallido, su pelo se encrespa. Tras el sobresalto, la familia conserva los pelos crispados y la tediosa modorra.
Quizá, o no quizá, seguro que es muy difícil encontrar soluciones eficaces. Pero entre la arrogancia de quienes se arrogan a Dios, la virulencia de los que anuncian soluciones drásticas y fáciles, el flagelo de los que se flagelan (en un plural que deje claro que ellos no se incluyen en él porque son mejores que los demás) y la inopia de los que creen que hay que hablar muy suavemente pero sin nunca llevar un palo muy grande a la vez...uno, y me da la impresión de que la mayoría se harta. Pero es una hartura mezclada con un tedio vital y unos brazos caídos de una sociedad en la que apenas nadie parece tener una misión vital que sobre pase la satisfacción de su propio ego, Y entre los que no lo sufren están los fanáticos. Por eso el mundo va así. Durmiendo pesadillas y conjurándolas en olvido.
Habrá que intentar encontrar un motivo, un sentido. Dundalk está lejos de todo y, azotado por el viento, rumia sus pequeñas batallas ignorando su fortuna y tejiendo un mañana que esperamos que no nos traiga tiempos interesantes.
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