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domingo, 9 de agosto de 2020

La mirada de Jano. Nueve de agosto.

 Jano es uno de los dioses más misteriosos del panteón de Roma. Le debemos nuestro enero y una representación convincente de nuestra idea del tiempo. Es un Dios bifronte que mira a lo largo de una línea infinita, desde su inicio hasta donde se pierde la vista. Nada escapa de él, como hace de nosotros.

Quizá por eso, traída por una brisa irremediable y leve, pues no tiene importancia y a la vez muestra que el espíritu sopla donde quiere, me dió por pensar que nuestra manera de afrontar la realidad es inevitablemente incompleta, sesgada, vacía. Cada concepto se expande por el espacio como un acantilado lleva en sus entrañas una futura playa, pero es posible que nosotros solo seamos capaces de percibir una línea, como hay muchos espectros de la luz a los que estamos ciegos.

No hay solución, ni yo podría darla. Es solo que la noche se acuesta sobre las grúas, los andamios y esqueletos de edificios que hacen mover al mundo a una velocidad a la que empiezo a sufrir para poder seguir y quizá es ese precisamente el nudo gordiano. No hay velocidad que seguir, el devenir solo pasa en nuestra gramática, que influye demasiado nuestros conceptos y las puertas de la percepción ofrecen una luz que se vislumbra tras su mínima apertura, y sabemos que no podremos abrirla. No veremos las cosas tal cual son: infinitas. Somos animales de tiempo en un fondo cósmico que no nos necesita y miran las estrellas porque no saben ver otra cosa más.

No podemos mirar como Jano, pero podemos dejar de mirar como lo hemos hecho hasta ahora. Saber que la realidad preña de significados cada causa y que solo somos capaces de ver los que conciernen nuestra permanencia. Puede ser falso y es seguro que es irrelevante. No obstante, mientras la ciudad se inclina contra una sombra indiferente y fría, siento que puede ser un consuelo, aunque no sirva de nada, como todos los consuelos que confortan y salir del ego y de la sensación que nos conjura para cambiarlos por la caballería de la imaginación puede ser otra forma de escapar hacia lo que no sabemos. 

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