El VAR es el instrumento que ha enviado la Providencia para destruir el fútbol, junto con las ansias constructoras de Florentino y las destructoras de Bartomeitor. El VAR es una invocación a una divinidad que ciega y enloquece, mientras manda el partido a los anuncios. En el VAR hay una sala VOR, donde se revisan trescientos millones de decisiones por segundo y nunca se pitan dos cosas iguales.
El VAR es una prueba de fe para los castigados aficionados, que han sufrido los cambios de horarios, las pijadas en el pelo, las celebraciones chorras y los anuncios de zapatillas en vivo en mitad del partido. El fútbol se ha convertido en industria del espectáculo, así que es doblemente una vida vicaria, delegada, para la vida mas empobrecida de experiencia que se ha arrebatado de significado junto con un sonido de gran confusión y furia. El VAR es el nuevo fútbol, nuevo de memes y viejo de la evasión de una vida en los que no llegamos a ver puerta y nos llegan fácil. Por eso seguimos esperando un fulgor sagrado tras todos sus errores recurrentes. Todos esperamos, en el auge de nuestras ilusiones, la posibilidad de recuperar segundas ocasiones y las oportunidades perdidas.
El VAR ha llegado para dar un sentido de justicia divina (la clásica, la indiferente, la que viene de Dioses que nos desprecian, no del que creamos para consolarnos, el nuestro, que nunca responde) y ruido de sables que nunca desnudan el filo. El VAR es la brillantina que nos oculta la cochambre del artefacto, hermoso y terrible, en el que siempre ganan los de siempre.
El silencio es cada vez más difícil. Oigo la radio, me pregunto que pasará mañana y trato de dejar unas líneas como el defensa que protesta un fuera de juego porque sabe que lo ha roto él, con la impotencia de quien no cree que llegue un penalti en el último minuto, y si lo hace, seguramente se estrelle contra un palo. Júpiter y Saturno bailan cerca en un cielo oscuro y abismal, mientras las ondas recogen las palabras que discuten sobre la fugacidad del instante mientras las horas se escapan como la arena y pensamos si mañana podremos al fin ganar nuestro partido.
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