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jueves, 22 de abril de 2021

Jirones. 22 de Abril.

El paseo a lo largo del río es luminoso hoy. Se aproxima el crepúsculo y la luz de la tarde se viste de un tono anaranjado. Los destello del sol en el agua tintinean. Un murmullo cálido recorre el camino al mar. El día ofrece una pausa y el cielo es limpio y claro, extiende su manto azul pálido sobre los perfiles de la primavera, las flores y el brote de los árboles. Las voces bisbisean sobre la ciudad aquietada.

No siempre es así. He visto la lluvia caer con furia sobre el paseo en noches vacías, y he sentido el frío soplando sin piedad, afilando el brillo de los bancos húmedos. Era la hora turbia en la que el desamparo se agitaba, alzando una voz antigua, escondido en la niebla. Hemos visto los jirones, ya casi deshechos, coloreados por la luna. Rotos, exhaustos, a punto de ya no ser, jirones de cielo, de tiempo, de vida.

Hay a veces un señor en esos días grises. Lamentablemente, suelo verlo cuando aprieta el frío. Lee un libro muy de cerca, casi pegando su nariz, debe ser miope. Muchas veces tiene al lado el papel con el que se envuelve la comida para llevar, manchado con algo de ketchup. Sus botas están gastadas y su cazadora desteñida por el agua. Su barba descuidada y sus ojos cansados, lleva una mochila a la espalda y una bolsa por delante, es de un saco de dormir. Imagino que cada noche busca resguardo. ¿De qué lugar puede huir uno cuando las paredes se apagan, las tuberías gotean y el pasado chilla? Cuando el aliento gélido e indiferente de la soledad lo arrastra a huecos hostiles, hechos para el día y las masas sin ojos, para los pasos de la mañana y el ajetreo. No, no es rutina lo que rige tu vida, no es nuestra costumbre en brazos de otra más grande, como implorantes ante la masa imponente y helada de los icebergs. La tuya es la de buscar el segundo en cada instante que hiere, en cada colmillo y cada anhelo, la vida del cazador solitario.  No, no ha sido justa contigo. 

Hay en El Proceso de Kafka una hermosa expresión de solidaridad. Cuando Josef K ve a otros mientras espera su turno, pregunta quienes son. 'Otros acusados' le responden; entonces, dice K, son mis compañeros. No quiero ser el privilegiado que llora mientras ve a otros que están peor para compararse. Mas esa ruina es la de todos, esa soledad es también nuestra. El frío de la distancia, un día más en la vida con experiencias aisladas en las que vamos saltando, como de isla en isla  y perdemos de vista el mar, que quizá ya no existe, un pasar pesado y ansioso, dulce como la comodidad, pero sin epifanías, amargo como las necesidades insatisfechas, pero sin sangre, compañeros de revuelta que no se rebelan, sin lugar para la belleza y con la sospecha royéndonos los tobillos, sin música y con los demonios viejos llamando cada día desde alguna cavidad interior que nunca conoceremos...sin ganas de perdón ni de gracia. Pasaremos como el crepúsculo se adentra en las aguas, como  los jirones de nubes se han disuelto en el aire ligero. Llegará a nosotros, silente y eficaz. Caeremos en un lugar en donde ha de reinar la maleza, extendiendo la nada sobre lo que fuimos. Se perderán los gestos, desvanecidos. Nos olvidarán enseguida.

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