El futuro ya está aquí, se empeñan en vender todos aquellos que pretenden vivir de él, fingiendo ignorar que el presente se ha vuelto vertiginoso. En la modernidad líquida, el futuro se ha convertido en un bien más de consumo para olvidar pronto. En fin, siempre hay avispados tratando de ser portavoces y gurús de lo inexistente, llevando la predicción hacia lo incomprobable y lo inalcanzable. Aún peor, a veces, hacia lo ya sabido.
Todo esto viene a raíz de la contemplación de un espectáculo inocuo pero desagradable de impostura. Veréis, se ha jugado el campeonato de ajedrez. Soy un jugador terrible y tampoco sé apenas de Inteligencia Artificial. De lo poco que sé es que el el ajedrez ha sido un buen banco de pruebas y que ahora cualquier pequeño módulo calcula variantes con una profundidad inmensamente mayor que el mejor humano. Entonces, para sorpresa de nadie, una legión de jugadores mediocres con ganas de seguidores en su canal de entretenimiento se han puesto a criticar el pobre nivel de los aspirantes al título con un ordenador que les muestra las mejores jugadas a ellos y evalúa la posición del tablero con una profundidad que ni podrían soñar. Huelga decir que ni siquiera aspirarían a encontrar las jugadas de los seres humanos que critican con alegría, pretendiendo ser los genios, los maestros que están tan lejos de ser.
Vi un vídeo de Miguel Illescas, Gran Maestro, muy ilustrativo sobre el tema, si alguien quiere echarle un vistazo. En resumen, es cierto que algunos aspectos del futuro comienzan a asomar la pata, uno de ellos la epidemia de mediocridad reluciente apoyada en la tecnología que viene. La pobreza de experiencia vital suplida con una autoridad fría que será usada como fin y no como medio. El constante desprecio al experto y a la inteligencia que combina conocimientos bajo una luz no usada, lo que ahondará más en la crisis de confianza que hace tan dificultosa la construcción de una sociedad decente. Sé muy poco de la AI. Del ser humano sé lo suficiente para predecir que desea mentirse a sí mismo. Quizá es mejor así. Aquí, cuando alguien destaca, ha de mostrar todos sus fallos para hacerse perdonar su talento.
En fin. La maquina crea ansiedad y furia, pero una buena manera de atemperar la rabia es no competir contra ella y no hacerse pasar por ella como un subproducto de su memoria inacabable. También ayudará llamar charlatán a los que ahora cobran por enseñar sus especulaciones como muros inexorables que marcan el futuro y con ello nos angustian. La mediocridad solo tiene la fuerza del número: el mérito avanza a trompicones en solitario. La luz cae lente sobre una tarde fría. El azul pinta todo. Breves luceros empiezan a asomarse entre jirones de nubes y seguimos esperando una melodía, un influjo, que traiga la paz a esta tierra atormentada y no se consuma en su brevedad, como un susurro que deje un eco amable, para darnos una nueva luz mañana y para recordar quienes fuimos, de verdad, sin cuentos ni sueños artificiales.
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