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martes, 8 de agosto de 2023

La guerra contra el cliché. Ocho de agosto.

Tomo el título para la entrada de un ensayo de crítica literaria Martin Amis. No recuerdo haber disfrutado mucho su lectura, pero su título, propósito y espíritu me resultaron encomiables. Como acostumbraba son directos, honestos y robustos. 

Y es que vivimos tiempos de cliché y vaciedad. Los hombres huecos, anhelantes de la unanimidad y enfermos de gregarismo son cajas de resonancia de argumentarios ajenos, hechos para la masa y la prisa. Otros muestran su impostura con opiniones de lujo, aquellas que no les comprometen a nada a ellos pero si a otros sin altavoz, mientras siguen el discurso más dominante y aceptado en cada momento. Y si el viento cambia, ellos también. Por supuesto los fanáticos hablan repitiendo clichés y lugares comunes, sin voces propias, también huecos si el rencor no los consumiera. 

Cada discurso público y privado se ve invadido de banalidades, una ansiedad declarativa que no pretende hallar luz en el tema opinado sino sobre la probidad del opinante. Las conclusiones están insertas en las premisas de cada discurso, haciendo del razonamiento circular el orden del día cada día. Al final, se trata en esencia de exhibir el alma a una multitud que no mira porque está ocupada exhibiéndose a otros. De esta cacofonía asciende la consigna, los eslóganes sucios que no se pueden negar. Sería fácil, claro, pero no va de eso. Va de que la mentira es la gran fuerza que mueve y domina al mundo, y de la indignidad de que sea así. La prensa da sesgo para que el lector lo confirme y mantenerlo bajo el yugo de su prejuicio. Las instituciones abroncan al ciudadano. Existe una guerra de angustia y dolor por un futuro que nunca fue tan brillante y nunca ha sido tan despojado. Es otro cliché que el otro es una amenaza. Mas ya veis, es el tema central de nuestra época.

Por qué no queremos ser libres, no lo sé. El gregarismo me enerva y derrota. Ya no se trata de que haya líderes,  los influencers, los portavoces que nadie requiere no son el gran problema siquiera; el problema es la mayoría ansiando ser parte de una mayoría, aunque sea relativa, aunque haya que seguir a cualquiera antes que enfrentarse al camino sin nadie al lado. Como creen aislada su tradición y su anhelo, rechazan ambas. Pero la única forma de apreciar la grandeza requiere generosidad y distancia. 

Leí el otro día que uno de estos famosos por ser famosos destruyó una estatua de antigüedad considerable. Porque creen que pueden y que hacerlo los coloca por encima del resto. Porque su obsesión por la jerarquía es la de la era de hoy, estimulando millones de voluntades a la guerra perpetua y al desprecio de lo que se oponga al deseo del instante. La lluvia rueda por la ventana y la noche es un manto oscuro que solo algunos destellos desbrozan hacia mañana. Los rumores del día duermen y otros seguirán, en un camino tortuoso y difuso que nos encontrará tratando de ser nosotros, un día más, antes de que suba la marea. Sí, la guerra contra el cliché es ardua y nunca se vence completamente. Pero necesitamos librarla cada día.


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