No sé si es igual en todas las ciudades medio grandes o más, las que tienen considerable tráfico. Es bastante normal ver en ésta a gente que pasa en medio de los carriles de las avenidas paseando en el convencimiento de que los coches pararán o no arrancarán hasta que estén a salvo. Generalmente aciertan, claro, pero es una apuesta en la que perder conlleva un impacto real (guiño, guiño). Es bastante sorprendente que en ciudades de hoy, crispadas y broncas, no haya más accidentes. No ya por mala intención, que siempre puede salir, sino por la confianza en la atención y la prudencia de los demás en esta sociedad apática, lenta de reflejos, anestesiada en la miseria ajena y la decadencia.
Ahí puedes ver a casi todos en casi todas las ciudades, sintiendo un miedo real de precariedad y agitación y eligiendo verter su rabia sobre todas las causas equivocadas con la actitud de sonámbulos que vuelven de todo. No hay cárcel más eficaz que la liberación de toda restricción para que los fuertes se impongan; no hay censura más efectiva que proveer a todos de un altavoz.
Bajo carteles y propaganda, muchos, demasiados, aplican análisis regurgitados como si pusieran en jaque al sistema, olvidando que su profeta dictaminó, esta vez con acierto, que las ideas dominantes son siempre las ideas de los que tienen la posición de dominio. Sin entender otro mandamiento, que el ser social determina la conciencia, añaden más y más chatarra intelectual y moral al tema de cinco minutos de hoy antes de recoger la nueva carga para el siguiente. Son las voces discordantes pero en extraña armonía con sus opuestas, porque de hecho existen para que sus opuestas triunfen. Son la necesario tensión que cualquier sistema necesita para mantenerse en pie, y por ello los retribuye generosamente. Son los guerreros de la igualdad apuntalando el mercado con su hiperexpansión de la individualidad extrema. En fin.
Nada tengo contra el capitalismo , si contra el capitalismo absoluto, como con cualquier absoluto, asfixiante. La mercantilización completa de la existencia me angustia. Sus efectos me repelen: la masa de iguales esforzándose por diferenciarse. Caminantes sonados. Ellos miran para otro lado, mientras los coches avanzan hacia ellos. Quizá nunca lleguen a atropellarlos. Mas en el tiempo que discurra entre la amenaza y el despertar, se contendrá la respuesta verdadera: si en el tiempo presente es posible fragmentar al individuo y despreciar la esperanza y pretender ser libres. Si es posible no ser un peón admitiendo luchas contra lo que no existe y a favor siempre de las mayorías de hoy. Buena suerte con ello.
Ayer nevó, hoy hace sol, antes llovió y antes hizo calor. El tiempo se altera contra el paso del día y el río sube caudaloso hacia su mar inmensa. Las ventanas reflejan luz pálida de primavera y las calles se animan en un susurro extraño.
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