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miércoles, 23 de mayo de 2018

23 de mayo. Misantropías





Cuando no coincide ya
Cuando no coincide ya
la imagen que tienes de ti con lo que realmente es,
se comienza a detestar el proceso mecánico
y tus comportamientos.

Y las tristezas que superan la alegría de vivir
con los disgustos que comporta la existencia,
te entran ganas de viajar a espacios que no has visto
para entregar así a tu mente a un nuevo estadio de conciencia.



Hay algo extraño en lo que el tiempo hace en nosotros; sin pasar, pues él siempre es presente, alarga las diferencias y entrecruza momentos distintos mientras nos vamos alejando de ellos. Y cuando la imagen que tenías de ti no es la que realmente puedes ver ahora, el yo se hace elástico, fluido, difuso. Esa cualidad proteica del yo pareciera otorgar ciertas virtudes, templanza, tolerancia, calma. En la práctica, no suele funcionar así. Para dar consistencia a ese ego líquido, parecemos forjar un armazón de convicciones rígidas. El efecto es de choque, ignorantes ejércitos embistiendo por cada nimiedad, dispuestos a herir a otros a fin de no sufrir una mínima grieta. Y hacen bien, pues por esas grietas se escaparía su alma diluida.

Yo lo he observado en mí, como me voy resistiendo a aceptar otras razones, buscando subterfugios para negarlos, primando la fe (no la religiosa, o no solo) sobre las razones, sintiéndome airado, ofendido, con ganas de airar y ofender. Y me da miedo sucumbir a esa armadura llena de pinchos externos pero que mata por dentro. No quiero caer en las garras de un espíritu que podríamos llamar fascista por miedo a haber vaciado mi espíritu. Y no me refiero a cuestiones solo políticas, sino a actitudes respetuosas contra la ofensa y la humillación, la indecencia contra el sufrimiento de otros, la bajeza de querer pretender ser mejor que otros a cambio de defender lo contrario por soberbia.

Las redes sociales no ayudan, claro. Refuerzan un sentimiento grupal, simplifican todo, ofrecen consuelo y nos alivian de la carga de tener que ser nosotros cada segundo de nuestras vidas. Uno siente que allá afuera hay un océano oscuro de miedo y tristeza en el que la luz es esquiva y breve. Y detesta a casi todos, al genero humano en su conjunto, trata de cortar amarras con su naturaleza compartida. Se desespera. Y sin embargo, hay que pelear por encender esa luz temblorosa en la mar, me digo. Porque muchas veces, uno no sabe muy bien que hacer. Quizá sea la nobleza de espíritu el único ideal. Tratar de alcanzarlo, cultivar el alma (a eso se refiere originalmente la palabra "cultura"), sentir un respeto ilimitado por los demás, mostrar compasión y detestar la mentira (principalmente la del odio, que niega el vínculo de nuestra precaria condición humana).

Es tarde, a veces me digo. Por qué sigues pensando en esas cosas, si el tiempo acecha y los atardeceres aún te visitan sin que seas consciente de los dones que su contemplación trae. Y le digo a Dundalk que quizá sea cierto, pero en los mejores momentos me digo que hemos venido a la tierra con la única misión de tratar de llegar a ser lo mejores que podamos. Y mientras la música suena, los labios sienten el agua fresca de la vida y tratan de sonreír recordando con indulgencia aquel que ayer fuimos.

Me encuentro cada vez más lejos de mi hogar
Y pienso que perdí mi senda
Había tantos caminos...
Y vivía para andar y andaba para vivir
Empecé a encontrar a quien buscaba
Buscaba refugiarme una y otra vez

Contra el viento
Y encontré ese refugio

Contra el viento
Sigo caminando contra el viento
Soy más viejo ahora pero sigo caminando contra el viento



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