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jueves, 21 de marzo de 2019

Las posturas difíciles y las olas eternas. 21/03.


Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala. Que necesaria compañía siguen siendo Don Quijote y sus compañeros. Hoy, con tantos encumbrados.

Creo que vivimos una época de mascara teatral: durante un instante parece una carcajada pero el tiempo la devuelve a la figura de mueca de terror que nunca dejo de ser. Confusos, demediados, tratamos de fingir que somos lo que deseamos ser. No niego que haya quienes lo sean, me alegro por ellos. Pero resulta bastante obvio que lo que más llama la atención de los días es su falta de verdad.

Como nos gusta el aditivo, la hinchazón de lo que somos o hacemos. En una época que parece haber concedido a la autenticidad todos sus halagos, parece más difícil que nunca encontrar la modestia de nuestra condición. La modestia del trabajo constante, la humildad del perdón, la quebradiza emoción de un instante de alegría. Todas esas olas que tratamos de aferrar, pero nos dejan con el sabor del recuerdo en la boca y un ansia de eternidad que no sabremos colmar.

Nuestra condición es breve y puede que todo lo que quede de nosotros sea lo que logremos encender en los demás, las alforjas que atenuemos. Da un sorbo de agua fresca mientras contemplas la luna. No ocupes el lado cómodo del camino. Mueve tus ideas pero no las rompas de tan rígidas. Sonríe, trata de suscitar esperanza. Y cuando la hora incierta que siempre esta pronta te llegue, haz como Francis Haslam, que pidió perdón a sus hijos por morir tan despacio.

Dundalk lanza una brisa apacible contra los edificios y la luz del atardecer azul llega en olas de paz a sus campos cansados.



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