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martes, 26 de marzo de 2019

Plañideras. 26 de marzo.



Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaayyyyy (léase con un desgarro infinito, como un aullar lacerante), luzdemivida,almademisentrañas, flordemiiisdiiiaasss, ayyyyyyy, quedoloooorrrrrmaasssgraaanddeee, calordemivejez, baculodecadacamino, aaaaayyyyaaayyyaaaayyyyyy...

No sé si siguen actuando o se han quedado como una estampa folclórica de un pasado en blanco y negro. Imagino su lamento ajeno acompañando colinas abrasadas al sol en rumbo a cementerios blancos. Hoy el dolor se esconde y las lágrimas que no dan bien en la emoción plastificada de la tele se esconden. La gente se suele morir hoy para los suyos, que cada vez son menos.

Y aún así, hoy hay más plañideras que antes. Si usted tiene algún problema, quizá pueda contratarlas. No visten de negro, a veces son elegantes. Son hombres y mujeres que van en el metro absortos, como usted. Penan y se agobian en los aeropuertos, como todos. Pero ay de mí. Basta que haya una oportunidad para dar rienda al lamento colectivo o la culpa heredada para que la procesión comience. Contribuyen a la demarcación de las diferentes identidades, el verdadero santuario de estos días. Hábilmente, lloran por los pecados de su pueblo para que todos sepamos que ellos esperan excluirse del grupo de los pecadores. Hozan en las lágrimas innumerables del pasado para limpiar sus almas bellas. En fin, hacen del exhibicionismo moral una afición (a veces un trabajo) en el que guían o pretenden hacer el camino al camposanto un circuito de motos donde nunca se llega a ningún sitio porque hay que seguir perpetuamente caminando y golpeándose el pecho.

AaaayyyyyDundalkdemientrañapueblodemidecadenciacasademisfracasooosssaaayyyyyy... La tarde va escondiendo el sol mientras los paseantes vuelven a sus hogares, no siempre avisados del peligro ubicuo que supone que haya tanta gente dispuesta a dar la gran turra.

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