Lo supieron los arduos alumnos de Mileto. También los místicos sufíes, los pitagóricos y los chamanes. Platón conjeturó en boca de Sócrates su naturaleza y Nietzsche creyó aprehenderlo en un rapto místico. Las torres de cristales de Bagdad, las salas secretas que deben aparecer algún día de la biblioteca de Alejandría y las caravanas que van a Damasco recibieron el mismo mensaje que a Confucio y Govinda legaron sus olvidados maestros. El mensaje inicial se ha perdido, como todos, en una playa de renacer y olvido a la que no sabemos llegar, mezclado con las aporías que los otros han ido añadiendo a un árbol de significados.
Somos círculo y acarreo. Hay quienes afirman que algunos son como hojas que lleva el viento y otros como flechas que persisten en su vuelo tenaz hacia su objetivo. Pero y si fuéramos hojas que la corriente lleva en extremos lejanos de un remolino; nos parecería seguir una trayectoria lineal mientras damos vueltas y nos acercamos a su centro, donde caeremos hacia algún sitio del que surgir de nuevo.
¿Qué tiene que ver toda esta especulación con la vida hoy? Creo que da una interesante perspectiva sobre la agonía y el éxtasis, el laurel y la cruz. Todo esta en ti, la euforia más desbordante y la ternura más amarga. Cuando el mundo exige una actitud de dureza inquebrantable hacia el futuro; cuando cualquier inseguridad es vergüenza y cada dominio, liderazgo y decisión; cuando los que deciden el futuro niegan tus opciones y marcan solo unas pocas como aceptables porque desean poseer tu voluntad y tu rabia; cuando la marcha del tiempo te lleva como un caballo desbocado hacia un futuro que merece sacrificar la felicidad presente, quizá es la hora de rebelarse contra la linealidad y la simpleza de la línea. Reivindicar la inseguridad, la duda, como uno de los mas nobles nombres de la inteligencia. La humildad, el desvío, la porción de la vida que nada debe arrebatarnos, la armonía que nace de lo que nos falta y la pelea de lo que nos promete.
Puede que la peste de hoy no sea la misma que sufriste en Atenas. El incendio de Tenochtitlán no es tu mirada perdida al perder de vista tu lugar amado. La muerte en el ártico de infortunados exploradores no es tu derrota al extrañar a un amigo. Pero en todas tus circunstancias se juntan todas las experiencias del mundo con las tuyas en una intersección irrepetible. Para fingir que eres quien es imposible llegar a ser en este mundo de presión y soberbia, mejor sé tú, contra todo y todos. Y así, carga con tus propias penas, amando al destino.
Quiero aprender cada día a considerar como bello lo que de necesario tienen las cosas; así seré de los que las embellecen. Amor fati: sea este en adelante mi amor. No quiero hacer la guerra a la fealdad. No quiero acusar, ni siquiera a los acusadores. ¡Que mi única negación sea apartar la mirada! ¡Y en todo y en lo más grande, yo solo quiero llegar a ser algún día un afirmador!Mi fórmula para expresar la grandeza en el hombre es amor fati [amor al destino]: el no-querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, y aún menos disimularlo ―todo idealismo es mentira frente a lo necesario― sino amarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario