No soy original, afortunadamente. Comparto la admiración por Hayao Miyazaki con millones de personas. Creo que sus películas son porciones de todo lo que es puro y bello en este mundo, una mirada fascinada a la imaginación desbordante y la verdad que encierra. No creo que haya relatos más poderosos que aquellos en los que uno desea vivir. Él lo logra casi siempre. Bendito sea
He tardado en ver su testamento artístico, El viento se levanta. Trata de una vida con sueños y caídas, dificultades y promesas. El gran terremoto de Kanto, la recesión económica, una epidemia y una guerra. Como nosotros, los personajes tratan de vivir y de orillar la desgracia, buscando la belleza. No esquiva la crítica social ni personal; nunca lo ha hecho. Los anhelos también pueden perderse por la maldad y la estupidez que el miedo hacen crecer.
Y no obstante, existen la fuerza de la imaginación, la esperanza, la contemplación de la belleza, que necesitamos como el agua las plantas y la justicia, que es un horizonte que nos mantiene despiertos. Existen otros mundos en este, y muchos son maravillosos. Nos consuelan y alivian de éste. El señor Miyazaki ha construido unos cuantos y hemos volado en ellos, olvidando rutinas y el hormigueo de la inquietud. Y cuando se acaban, uno se entristece por abandonar ese mundo mágico, pero a la vez siente que una ventana a esa vida se ha abierto y que uno puede ser un poco mejor, sin atajos pero sin abismos inabordables. Y es bueno que así sea. Donde existe el riesgo, florece lo que ha de salvarse, aunque sea un instante.
Abandono ese Japón nada envidiable tras la guerra que la magia de un creador poderoso me hace tratar de entender. Siento que uno es responsable con el tiempo que le toca; no para hacerlo un paraíso (suelen traer catástrofes en las que el acero cede y se oxida sobre la hierba verde), sino para no empeorarlo. Viviremos más desgracias y tendremos que saber combinar el apetito por la libertad para tratar de hacer de nuestra vida nuestro arte con la responsabilidad con el tiempo y el lugar que nos han tocado. La contemplación de la belleza, la palabra justa, el acto bueno. Quizá el cultivo de estas cosas simples sirva para colmar un alma humana.
Uno de los conceptos caros a Miyazaki es el de un lugar más allá del mundo pero en contacto con él, en cuyas tangentes aparece la magia. Un mundo con más paz, más naturaleza, más justicia, mas comunidad y más apertura a las maravillas que cada día presta. Nuestra venida y nuestra partida son indiferentes en el esquema cósmico. Siéntate y respira, como hago yo contra la noche de una tierra cubierta por el mismo velo que a todos nos cubre, para darnos la esperanza de un comienzo con la nueva aurora. Escucha el rumor del devenir, que te llama para que te unas a su danza inacabable. Dónde te llevará, no lo sabes y, en cualquier caso, no tienes poder contra su influjo. Vislumbra las estrellas entra las gasas de nube. Mira las luces de los barcos en la noche acarreando las mercancías y parpadeando contra la oscuridad y disfruta el momento que ninguna eternidad podría cambiar. El viento se levanta: hemos de intentar vivir.
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