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miércoles, 30 de marzo de 2022

La democrasia (marca registrada). 30/03

Hoy, quizá siempre, las palabras no valen demasiado. La primera de las fuerzas que mueven al mundo ha sido tradicionalmente la mentira. Hoy es la indiferencia a lo verdadero y falso, pues ambas categorías se miden con el criterio de la utilidad cercana y no con el de la autenticidad. por eso, creo que tantas apelaciones a la democracia insultan los discursos de Pericles o Lincoln y debemos llamarlas democrasias.

La democrasia es un botellonódromo donde uno está facultado a decir lo que quiera mientras da vueltas  y no se acerca a las alambradas que el poder ha erigido para separar lo que es oficialmente cierto de lo peligroso, lo que es legítimo odiar y lo que es repugnante sostener. La música que se escucha consta de dos ritmos, uno para sentir euforia y otro para sentir indignación. No hace falta saber las causas de estas impresiones; los reflejos condicionados hacen el trabajo. 

La democrasia administra la frustración que ella misma crea; reinvierte en el futuro la frustración que cultiva afanosamente. Ofrece quimeras en bellos papeles que sus gestores pliegan a conveniencia, como figuras de origami. Censa, trata, amonesta, tasa, reconviene, registra, impone, permite, coloca o juzga, entre otros, a los ciudadanos, incautos consumidores de comodidad vital. La democrasia, marca registrada, amasa conceptos uniformes para su manufactura, trabaja en un monocultivo ideológico que sujete las bases de su propia conveniencia y recuerda lo que es estatalmente conveniente decir y lo que no.

La democrasia ama la burocracia, una burocracia que se expande para satisfacer las necesidades de una burocracia en expansión. Su papelolatría solo es comparable a su capacidad para imponer su interpretación creativa de sus propias aserciones, pues el privilegio del soberano es no estar sometido a las normas que promulga. La democrasia se esconde en artículos constitucionales que fueron en su origen conquistas y sacrificios y estimula una retórica de lucha para intimidar a los adversarios legítimos de los gobernantes.

La democrasia es la perversión de la demagogia, un paso más atrás. Es la pasión acomodaticia que crean los tiempos propicios en las personas, después de la tormenta que obliga a los seres humanos a mostrar fortaleza, en un ciclo que no se repite pero rima. La democrasia son nuestros defectos humanos formando parte de una sociedad imperfecta. Y es normal que así sea: nadie dijo que fuera fácil. Depende de cada uno decidir si quiere trabajar por la discordia y el rencor que asienta al gobernante o por la concordia que lo sustituye sin miedo.

La democrasia es el miedo y el odio. La democrasia es el olvido de la verdad. la democrasia es el bufón que dice la verdad en soledad oscura cuando los nobles duermen la ebriedad de ayer. La democrasia es el abuso de poder. La democrasia eres tú. La democrasia soy yo. Y, no obstante, podemos aspirar a dejar de serlo.

domingo, 27 de marzo de 2022

La muerte del mundo.27 de marzo.

Me parece que vivimos una era basada en la sospecha y la fragmentación. Todo tiene un significado oculto y perverso; lo real se considera frágil, pasajero. No queda mucho espacio para la admiración ni el propósito de emulación. Quizá lo más terrible es que la belleza se ha convertido en otro signo de designios oscuros...ella, que se basta a sí misma o perece.

Acaso el arte cree vida. A mi entender, es bastante obvio que no hay en la actualidad en la creación un gran propósito de perdurabilidad, de arrojar puntas de lanza al estanque del tiempo. Por supuesto, está el ego del artista, que como los otros, forman el presente implacable que asfixia el día. Pretende a la vez perpetuarse y crear un impacto ya, súbitamente. Me temo que la labor profunda de la hora es cavar la trinchera del año y después entregar lo creado en un altar indiferente para que decida si será olvidado ya mismo o solo un poco más tarde. 

En fin, que divago. Escribo esta entrada porque he leído unas pocas novelas con el tema común de un futuro distópico, sucio y siniestro. Y que queréis que os diga: pudiera pasar. El mundo es agrio y su voluntad terrible. No obstante, lo que leo no es la muerte del mundo. Es la muerte de la novela como artefacto para crear nuevas visiones del mismo. Ya no parece haber voluntad de erigir historias que se confundan con la vida, sino una suerte de emociones primarias y enajenadas de la realidad para que creamos que producir una reacción es tener algo que contar. Supongo que pasa en todas las artes y se va infiltrando en las mentalidades. La idea de que apenas puedes confiar en nadie es la que va disolviendo el mundo mientras las ficciones tratan de edificios derruidos y carreteras solitarias donde hay algunos cadáveres al sol de cuando en cuando. La idea de que solo tú sobrevivirás, que eres especial y que llegarás donde nadie más puede es el truco pueril que tratan de implantar en todos nosotros.

Hoy luce un sol amigo y la gente trata de salir adelante. No puedo negar que existen el miedo y el odio. Pero deseo creer que no hay que temer ni odiar sino al rencor y al temor mismo. Las gaviotas surcan circulares el lienzo azul de un cielo despejado y vamos despertando. Puede haber algo más. Tenemos que creer que la belleza y la verdad, que en ocasiones son lo mismo, existen. Solo así lograremos salir de la soledad mental en la que el fin del mundo nos desea recluir.

sábado, 19 de marzo de 2022

El hombre que mató al Cholerón. 19.03.22.




Lo supe por mi hermano. Un profesor en un curso lo contó la historia, que parecía una leyenda siniestra: en el pueblo de mi padre habían lapidado a un hombre. Preguntando a la familia, rebuscando en internet, benditos archivos, pudimos reconstruir la historia. No es una leyenda reconfortante, no tiene ninguna moral. La violencia suele justificarse a sí misma una vez que vence.

El cholerón era un hombre seco, duro y violento en una época y un país secos, duros y violentos.  
Las noticias del suceso son una novela de sangre y un sol feroz, implacables y precisos como la Crónica de una muerte anunciada. A pesar del país que muestran, uno se pregunta dónde hemos dejado los límites del mundo que percibimos a través de un lenguaje, complejo, si vamos empequeñeciendo nuestros horizontes. Pero en fin, me desvío. Las crónicas de su muerte lo describen como 'hombre de bravatas, provocador, y pronto a sacar la navaja'. Parece ser que había apuñalado a algunos y después, como conmovido de su propia crueldad, los llevaba a casa del médico. Quién sabe. Hay dominios que cierta gente disfruta con una sonrisa de lobo flaco. 

Se acercó al frontón, al mismo al que he ido yo a veces como a un país extranjero, sin conocer a los otros chicos que jugaban, que estaban en su lugar, mirando al forastero. Insultó a los mozos, quizá se acercó demasiado, los cuatro mozos se encararon y El cholerón les dijo que iba a casa y que volvería. Sabían que volvería con la navaja y el rencor entre los dientes. Pero la sangre hervía en sus sienes también. Fueron a por sus armas y a buscarle a su casa. El pueblo tenía miedo y ante el miedo hay quien se reprime y hay quien se lanza al vacío, a veces en un breve tiempo todos hacen ambas cosas muchas veces hasta que las cosas pasan o pasan de largo. Los mozos se les unieron, las mujeres del pueblo les animaban, '¡duro con él. Hay que acabar con ese lobo!'. El lobo había cogido sus cuchillos, y cuando se dio cuenta, el pueblo se agolpaba frente a su puerta. El hijo mayor pidió que no saliera, 'son muchos contra ti'. Él le dijo a su mujer que saliera, porque sabía que iban a por él. Su mujer salió llorando, suplicando que no le hicieran nada. Recibió una pedrada en la frente y huyó a casa de una tía suya. Las miradas turbias de los mozos y el resto del pueblo no tenían espacio para la piedad.

Pasó la tarde, la tensión aumentaba. Como es costumbre, nadie se atreve realmente a dar el primer golpe. Mas cuando se asesta, la masa anónima desata la furia y algún día Dios reconocerá a los suyos. Las piedras golpeaban las paredes, rompían los cristales y el techo. El cholerón había atrancado la puerta y se había quedado con su hijo mayor. A la noche, los vecinos habían encendido una hoguera. La noticia aclara, y es difícil no sentir un escalofrío que los vecinos, viendo al hombre débil, se acuciaban los unos a los otros para acabar con él, la furia luchando con el temor de acometer algo terrible.

En la casa, los condenados trataban de huir del cepo. No consta que el hombre pidiese clemencia. Escondido en la oscuridad de la noche, trató de trepar con su hijo por un sobrado de paja y madera. Alguien vio una sombra y las pedradas tiraron abajo la puerta y los vecinos cortaron su huida. Se ocultó como pudo entre la paja. Su hijo corrió a esconderse bajo la cama. Le pegaron un tiro de perdigones allí. Todo lo demás, no merece pensarse demasiado. Lo que hace a un humano destruir a otro, incluso en la ocasión más justa, lo aleja de esa condición humana. Los palos y las piedras cayeron sobre su cuerpo hasta que se quedó inmóvil...

La furia es vergonzante, casi siempre. Nadie y todos mataron a un hombre, apedrearon la ambulancia que habían llamado para que socorriera al herido. Malhirieron a su hijo. Supongo que la tensión del éxtasis y la violencia duraron un tiempo, un tiempo que fue conocido por otros; mi padre me contó que su padre tenía una copla de ciego que contaba la historia en los sitios de alrededor. No habría imaginado que hace menos de un siglo los ciegos fueran de pueblo en pueblo, con las truculencias y las historias de la tierra que tiembla. Lo mataron como a un perro rabioso... No es la historia de Liberty Valance, pero ambas comparten un destino: la irrealidad de lo que aparece imposible se transforma en la Historia de mañana. 

Hoy, en la noche de nuestra confusión, también hay monstruosidades y hechos enormes que nos parece imposible de realizar. Y sin embargo, puede bastar una chispa para desatar un infierno y el hombre es un animal frágil, que a veces ignora y a veces pone precio a su piel para que los matones caigan. Quien tenga oídos para oír, que oiga.


martes, 15 de marzo de 2022

El holandés errante en la barra del pub. Vísperas de San Patricio, 2022.

Los hombres habláis demasiado:
yo también lo hacía, cuando lo era.
He olvidado el sabor de vuestro trato.

Mientras moja la luna las vidrieras paganas,
escucha mi semblanza y ponme un trago,
la noche es suave y la mañana
herirá de nuevo con su filo pausado.

Sabe solo que desafié la tormenta
y una venganza alzó contra mi nombre
la furia despechada del infinito insomne
desde su eternidad sombría y macilenta.

Nada se supo entonces. Nada había.
La providencia en su trono vacío
Ordeno con voz ronca mi suplicio
Ciñendo su rencor de mirada sombría

Y su condena, Él la pronuncia exangüe
Para que el Universo la reitere infinita
Y así tornar por siempre mi deriva maldita
Acompañada lúgubre por estelas de sangre.

Decís que pacte con Satán
mi siniestro triunfo de la espuma
y que algún día he de volver a atravesar
a abrir la puerta del infierno oscura.

Decís que no puedo anclar,
¿Quien, atrevido se postula
a afirmarme al mar inmenso atado?.
Otro ya dijo que el amor desata
mis maldiciones y mis desencantos.

Decís, decís, decís… sois tan sumisos
a una existencia que desgasta y apaga
el fuego de los sueños ya perdidos
en espurios precio de traición aciaga
de lo que pudimos ser en lo que fuimos...

Mas no creáis que deploro el destino
que la obra maestra de un tirano sin paz
ha hecho de la espuma mi camino
de la insolencia mi hogar de libertad.
y de vuestro miedo mi imposible olvido.

Narran mis hechos en las noches muertas
de costas en recodos intranquilos
mi voz aventa sus naufragios, cuentan,
mi nombre usan para aterrar sus niños.

En las campanas desgastadas de los ojos de ayer
Y en la prédica trémula de responsos sin nombre
Ellos alzan en el puerto sus brazos de bronce
Creen negarme valientes y aliviar su sed.

Otros buscan en afiladas teogonías
Las pruebas de mi debilidad inevitable
Por oponerme al ser creador piensan
Que mi poder es lejano, simple, inane.

Pero aquí estoy hoy. Suple mi falta
un veterano cormorán en la cubierta
y acarrean los duros aparejos
los fantasmas solitarios que mi imaginación despierta.

A un fantasma bravío aferrado
de mar y soledad pueblo mis días
y en el yunque del tiempo encadenado
agito y domeño sus porfías.

Las noches de galerna es mi figura
quien ahoga al condenado tripulante
y mis ojos se asoman a su usura
suplicando aterrados el salvador instante.

Son los pecios naufragados mi corona
y las almas perdidas mis dominios;
en las noches calmadas un aroma
de inquietud adorna mis hastíos.
Amo la voz crujiente de las velas,
Gozo el audaz encanto del abismo.

Cuando vomitan las nubes de alquitrán
Su vórtice de aliento de fuego en la tormenta
Es mi furia resonante la que castiga al mar
Y el trueno restallando mi carcajada fiera.

Ni temo beber el cáliz que he ganado
ni muero por saber que pasará,
en el murmullo de su eco atormentado,
sé que lentamente él también morirá...

¡Si, Dios, tú, quien nos creaste
a imagen y semejanza de tus vicios!
Tu dormirás la larga noche
cuando tu humanidad te haya perdido.

Y cuando la luna haya envejecido
y en el risco afilado ruja el viento,
tu mirada caerá, sin luz y sin más brío
¡pues tú, su Dios, ya no tendrás más siervos!

Y libre al fin, libre de rencor y culpa
las olas romperán contra ese cielo
vacío de ofrendas, eterno ya sin dudas
y mi barco seguirá surcando el yerto
paraje desolado de tu triste tumba...

La luz de la aurora colorea las vidrieras
Y en la barra mojada quedamos tú y mi espectro.
Se hará de día en breve y la lluvia golpea
Me iré pronto, tras apurar el trago incierto,
a azotar en su espalda a la marea.




sábado, 12 de marzo de 2022

Grietas de luz. Doce de marzo, 2022

Hoy el día amaneció luminoso. Un cielo diáfano transportaba leves nubes blancas que se rompían en su manto azul. El viento y el tiempo han ido trayendo una capa grisácea que ahora envuelve la ciudad. No hay mucha vida afuera. Los brillos metálicos apagados de las grúas y el cemento añaden pesadumbre a la hora. Los cristales reflejan la quietud y pasan las aves apresuradas hacia el canal, planeando en espirales que las van alejando. Puede que llueva. La calle es un rumor sordo que mezcla lo que acoge.

Me parece que hay en todas las ciudades y en todas las vidas puntos de equilibrio que necesitamos entre la novedad y la rutina. La rutina nos hace salir a buscarlos, contemplar algo distinto en el mismo paseo. Cuando la novedad excede, encontrar el punto de anclaje en esa sorpresa súbita. Se trata de una dosis de vida que reparte lo que permanece y lo que debe terminar. Ay, todo lo que acaba acaba antes de que lo sepamos comprender. 

Me gusta imaginar esos lugares como grietas en el tejido de la realidad que emiten una luz cegadora que solo uno puede ver, pues para cada cual son diferentes. Pertenecen a los solitarios, los que buscan, los que están cansados. Ofrecen una epifanía de la realidad que buscamos y que no podemos soportar más que en pequeñas dosis. Son resquicios misteriosos. Dan a otro mundo que vive en este pero está escondido, más armónico, vibrante, emocionante, real. Pues la realidad se aparece como una comprensión última de las cosas, que están rotas tal como las vemos y forman parte de un mismo tapiz de eternidad en el que cobran sentido. En fin, así me gusta verlo. Sé que tú también lo has sentido. Momentos en los que todo parece estar bien y uno sabe que está viviendo un momento en el que todo parece estar bien. En el cuarto con la chimenea, en un paseo por calles fatigadas, en rincones coquetos y silenciosos. Hay lugares que resplandecen y te hacen brillar por dentro y que nadie más vera salvo tú. 

Vuelvo la vista a mi ventana. La luz aguarda, derramada gris sobre un cauce dormido. Las nubes pasan, masa sin forma que cubre la cúpula del cielo. Otro día más, con angustia y dolor, con tambores de guerra. Otro momento para recoger los pedazos y hacer una forma con ellos que sostener contra la vida, el tiempo, el abandono. Porque no todo es soledad o ruido. Porque hay grietas de luz y tesoros esperando para dar armonía a su pasión  fatigada... ¿O no es acaso un momento de plenitud suficiente para toda una vida?


lunes, 7 de marzo de 2022

Lo inmutable. Siete de marzo.

Sucedió en otro tiempo. Ocurrió en el tiempo que ha transcurrido desde el inicio del tiempo, una muerte perpetua vencida abruptamente por nuestro nacimiento a la vida. El olvido ha derruido memorias y seres, pero aún llegan lejanos ecos, ondas en el mar de la noche. Nuestros ojos no estaban allí, no se vertió nuestra sangre, pero aún sus vibraciones nos mueven. Sucedió en el tiempo que erigió las columnas de los imperios y las rutas de los mercaderes, esculpió caracteres de las lenguas humanas en piedra, derrumbó ciudades, cubrió de selvas los palacios y envió plagas a las ciudades de los hombres.

Es curioso como tiendo a creer que el pasado es un lugar con un guión fijado y el presente el cataclismo que lo cuestiona. Es cierto, Aníbal no cercó Roma, las pirámides pervivieron y Hitler se suicidó en el búnker. Pero recibo sus despojos como parte de lo inmutable y una visión más cercana permite ver las cicatrices de cada vida, historia, remordimiento, euforia y lágrima de rabia. Lo que consideramos inmutable parece ser ceniza en el viento. El conflicto es el padre de todas las cosas. Otros, todos, sufrieron antes como sufrimos ahora. Y aunque no consuela, porque en realidad nada tiene consuelo, puede servir para saber hacernos herederos de lo bueno y enemigos de lo malo. Es acaso mejor ser un guerrero en la defensa de lo bueno que un heredero malcriado de sus ventajas. Nos llamarán a todos. Lo que hoy suceda, va contigo. Hazte digno de ello.

Antes de nacer la tempestad azotaba como hoy, y la guerra no acabará sino mucho después de que muera. Pero hoy vivimos y respiramos y nos asustamos y sangramos historia. Esta tarde es fría y un espíritu solitario flota sobre las aguas. El puerto semeja una ciudad nocturna en el inicio y el final de una ruta sin fin y las canciones pasan en sintonía invisible para que el eco del pasado siga atándonos a su son. Mañana será un día como hoy, de luz mortecina y miradas cansadas, pero hoy la noche ofrece su cobijo amargo y duro a una ciudad cansada de esperar otra vida, otra misericordia, la esperanza, una luz que bañe poderosa y sonriente un lugar mejor, una nueva frontera a la que huir donde el esclavo se ve libre de su amo y la naturaleza ofrece su paz, hacia el lugar donde la felicidad es eterna, no cambia, nos reconoce y nos llama. En el lugar de nuestra alegría primera, que nos desea con calma y orgullo un nuevo despertar.

jueves, 3 de marzo de 2022

La colina de los días. 03.03.22

Acaso el asombro de cumplir años es aprender que nada importan. Vamos por un camino que pensamos nuestro y ascendemos por una colina, aprendiendo nuevos riscos, malezas y laderas hacia una plenitud. Ay, muchos caen por el azar y la maldad ajena. Hay quienes creen que el camino debe llevar a una cima soleada donde nada cambia, porque no hay nada que cambiar a la satisfacción. 

Mas llega el momento en el que uno ve el horizonte y hay un camino suave y plácido que parece descender hacia su fulgor templado. Me parece que el viaje cambia en ese segundo. Ya no se trata de subir, conquistar, perseguir al sol. Es contemplar las esquirlas doradas que quedan en el mar tras el violento choque contra el sol del crepúsculo. Hay quienes miran atrás, hay quienes se resignan y se ponen en marcha. Yo me he sentado igual que si fuera un explorador al borde de un portentoso acantilado. Me parece que habrá siempre un problema de comprensión, de perspectiva vital entre los que aún avanzan hacia la cumbre y los que se van despidiendo de ella. Unos miran lo concreto, otros lo lejano. De una parte la muerte no existe más que como una hipótesis solo verificada en los otros. De la otra, se convierte en compañera; nos damos cuenta de que está dentro de nosotros, vieja amiga. En un mundo que trafica con ella  y la ofrece como espectáculo ocioso de la Industria del morbo y entretenimiento, uno se da cuenta de que es un privilegio aspirar aún a ponerse en paz con Dios y expirar bajo un cielo cálido. Y de que si podremos o no, no depende enteramente de nosotros.

En cualquier caso, en días en que los días rugen al son que cualquier cazador de osos disecados quiere imponer mientras se va ruidosamente al basurero de la historia, es bueno combinar la pasión del que lucha y la tranquilidad del que ha aprendido. Claro, hay quienes nunca aprenden. Hay un tipo (suelen ser hombres) de personas que afirman su fortaleza entregándose a la menos viril de las pasiones: el entusiasmo por la brutalidad, la devoción por el poder que siega lo que contempla para hundir sus raíces en una tierra sangrienta e inerte. Quizá algún día se sabrá por qué. Puede que haya mucha frustración en el mundo como para no querer vencer siempre. La felicidad pudiera ser otra, ser quien mira en la orilla o quien trata de cabalgar las olas. El impulso que todo lo desea arruina la vida porque impide ser pleno. Querer ser todo es ver como todo nos dice adiós, como todo se aleja...

Esta es una entrada muy deslavazada y confusa. Cuesta escribir estos días. El cielo es negro, ha engullido el tono rojizo del atardecer. Un silencio ominoso recorre las calles y la sangre de nuestros hermanos nos sigue gritando desde la tierra.