Es curioso como tiendo a creer que el pasado es un lugar con un guión fijado y el presente el cataclismo que lo cuestiona. Es cierto, Aníbal no cercó Roma, las pirámides pervivieron y Hitler se suicidó en el búnker. Pero recibo sus despojos como parte de lo inmutable y una visión más cercana permite ver las cicatrices de cada vida, historia, remordimiento, euforia y lágrima de rabia. Lo que consideramos inmutable parece ser ceniza en el viento. El conflicto es el padre de todas las cosas. Otros, todos, sufrieron antes como sufrimos ahora. Y aunque no consuela, porque en realidad nada tiene consuelo, puede servir para saber hacernos herederos de lo bueno y enemigos de lo malo. Es acaso mejor ser un guerrero en la defensa de lo bueno que un heredero malcriado de sus ventajas. Nos llamarán a todos. Lo que hoy suceda, va contigo. Hazte digno de ello.
Antes de nacer la tempestad azotaba como hoy, y la guerra no acabará sino mucho después de que muera. Pero hoy vivimos y respiramos y nos asustamos y sangramos historia. Esta tarde es fría y un espíritu solitario flota sobre las aguas. El puerto semeja una ciudad nocturna en el inicio y el final de una ruta sin fin y las canciones pasan en sintonía invisible para que el eco del pasado siga atándonos a su son. Mañana será un día como hoy, de luz mortecina y miradas cansadas, pero hoy la noche ofrece su cobijo amargo y duro a una ciudad cansada de esperar otra vida, otra misericordia, la esperanza, una luz que bañe poderosa y sonriente un lugar mejor, una nueva frontera a la que huir donde el esclavo se ve libre de su amo y la naturaleza ofrece su paz, hacia el lugar donde la felicidad es eterna, no cambia, nos reconoce y nos llama. En el lugar de nuestra alegría primera, que nos desea con calma y orgullo un nuevo despertar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario