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jueves, 3 de marzo de 2022

La colina de los días. 03.03.22

Acaso el asombro de cumplir años es aprender que nada importan. Vamos por un camino que pensamos nuestro y ascendemos por una colina, aprendiendo nuevos riscos, malezas y laderas hacia una plenitud. Ay, muchos caen por el azar y la maldad ajena. Hay quienes creen que el camino debe llevar a una cima soleada donde nada cambia, porque no hay nada que cambiar a la satisfacción. 

Mas llega el momento en el que uno ve el horizonte y hay un camino suave y plácido que parece descender hacia su fulgor templado. Me parece que el viaje cambia en ese segundo. Ya no se trata de subir, conquistar, perseguir al sol. Es contemplar las esquirlas doradas que quedan en el mar tras el violento choque contra el sol del crepúsculo. Hay quienes miran atrás, hay quienes se resignan y se ponen en marcha. Yo me he sentado igual que si fuera un explorador al borde de un portentoso acantilado. Me parece que habrá siempre un problema de comprensión, de perspectiva vital entre los que aún avanzan hacia la cumbre y los que se van despidiendo de ella. Unos miran lo concreto, otros lo lejano. De una parte la muerte no existe más que como una hipótesis solo verificada en los otros. De la otra, se convierte en compañera; nos damos cuenta de que está dentro de nosotros, vieja amiga. En un mundo que trafica con ella  y la ofrece como espectáculo ocioso de la Industria del morbo y entretenimiento, uno se da cuenta de que es un privilegio aspirar aún a ponerse en paz con Dios y expirar bajo un cielo cálido. Y de que si podremos o no, no depende enteramente de nosotros.

En cualquier caso, en días en que los días rugen al son que cualquier cazador de osos disecados quiere imponer mientras se va ruidosamente al basurero de la historia, es bueno combinar la pasión del que lucha y la tranquilidad del que ha aprendido. Claro, hay quienes nunca aprenden. Hay un tipo (suelen ser hombres) de personas que afirman su fortaleza entregándose a la menos viril de las pasiones: el entusiasmo por la brutalidad, la devoción por el poder que siega lo que contempla para hundir sus raíces en una tierra sangrienta e inerte. Quizá algún día se sabrá por qué. Puede que haya mucha frustración en el mundo como para no querer vencer siempre. La felicidad pudiera ser otra, ser quien mira en la orilla o quien trata de cabalgar las olas. El impulso que todo lo desea arruina la vida porque impide ser pleno. Querer ser todo es ver como todo nos dice adiós, como todo se aleja...

Esta es una entrada muy deslavazada y confusa. Cuesta escribir estos días. El cielo es negro, ha engullido el tono rojizo del atardecer. Un silencio ominoso recorre las calles y la sangre de nuestros hermanos nos sigue gritando desde la tierra.

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