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miércoles, 27 de julio de 2022

Eurídice. 27 de julio.






Cuando llegue otra vez aquel tiempo sagrado
En que el sol ilumina el país de los vivos
Y su fulgor enciende al tiempo el país del recuerdo,
En el brillo del estanque contemplaré tu rostro.

Las sonrisas de ayer, ilusiones aladas,
Repetirán un tiempo nuevo en grises odres viejos
Y dulce será beber el vino del recuerdo
Para que dé calor a los helados labios.

Te diré que espero, como espera la abeja
A que el tiempo dore su paciente rutina
Y haga de ella dulzor y alegría con lo que fue negado,
Hermano, amor, amigo, inalcanzable y puro.

En esta oscura cavidad, oigo a veces rumores,
La vida que incesante renueva su promesa.
Pienso en tu suave canto, que antaño me sirvió
Para anidar en la bruma esta gema imposible.

Orfeo, mi dulzura, la voz que en ti manaba
Es aquí un perezoso fluir de nada a nada,
El reflejo inevitable del rostro de una ausencia,
Sin luna allá en lo alto, ni bóveda celeste, ni pájaros.

Estremeces la roca inamovible con tu lira callada
Haces ondas del lago que derrama el olvido
Despiertas la esperanza y abrazar tu memoria
Arrulla con tu soplo mi corazón ya frío...

Las sombras alejarán su hechizo cuando la luz las toque
Y alcance a alumbrar lo que marchó en sigilo.
Allá donde nos llevan no hacen falta palabras,
Lograda la plenitud cuando todo se ha dicho.

Vendrá la nube con su extendido manto
Y el silencio de nuevo se sentará conmigo
En el tronco raído, contra la luz inmensa
Que viene de tu mundo y se agosta en el mío.


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