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miércoles, 20 de julio de 2022

Ojalá. 20 de julio, 22.

Pablo Neruda escribió un par de páginas hermosísimas en su Confieso que he vivido. Tratan de la palabra, las palabras, las gemas brillantes, las piedras, los trozos candentes y gélidos de la expresión de una vida. Pero no voy a ponerme a competir con él en ello, así que yo me bajo aquí.

Si hay una palabra cuyo viaje me resulta irresistible es nuestro 'así lo quiera Alá', así lo quieran los dioses, la providencia, la fortuna o el hado. Ojalá. Ojalá que esto suceda, quiera Dios (o cualquier dios sustitutivo) que esto ocurra, ojalá llegar a ser, ojalá permanecer, ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan.

Acaso llegó a ser en la noche de siglos en que las caravanas transitaban el desierto incansable. Puede ser que la incertidumbre humana siempre haya prestado oídos a la petición de suerte: ninguna dádiva es innecesaria. Así, entre mercados y viajes y templos y arena, fue solidificando una manera de nombrar al futuro. El destino quiso que el futuro se le abriera, como se abrieron a Simbad los mares. law šá lláh había nacido, de padres que el recuerdo ya ha borrado hace mucho.

Como era una palabra aventurera y pizpireta, quiso conocer el mundo, con la valentía innata de quien desea ampliar sus límites. Ha viajado por el golfo, el lomo de Asia y llegó a una península en el extremo de un mundo que olvidaba otras lenguas de poder y reflejos irisados. En fríos monasterios de piedra, las distintas lenguas se conservaban y se hibridaban, mientras la locura del mundo cabalgaba sin freno, como siempre. Quiero creer, ojalá, que en un convento norteño, el euskera, íbero, quiso hablar latín y brotó el castellano (o español, como gustéis). Y mientras se asentaban las formas, las desinencias y los sufijos, la gramática se improvisaba de camino en camino y de hito en hito, llegaba otra ola irresistible que nos legó la música verbal de Arabia, que aún degustamos.

Ojalá se puede sustituir por Quiera Dios (que). Él se ha retirado tras las sombras, pero las invocaciones aún habitan los mapas mentales que tribus inflamadas por un ardor santo nos entregaron. Y así fue formando parte del acervo, como el Olé, que pudiera ser la invocación a Alá cuando su espíritu se manifiesta en los mejores frutos de la vida cotidiana, que se manifiestan inadvertidamente para nuestro asombro y alegría. Quisiera que supiéramos mirar mejor. Luego, embarcó en las naves que cruzaron la mar océana y  que no negaron nada. Ni violencia ni fruto, ni temblor ni altura, ni silencio obligado ni palabras vivísimas que entre sus selvas y sus montes se unieron y dieron la medida de un mundo. 

No puedo dejar de pensar en las aventuras que una palabra ha recorrido en siglos, desde un mercado de Bagdad a una cabaña oscura en la Tierra de fuego. Cuando escucho a Silvio desgranar su ojalá, siempre pienso que asombroso viaje de la duna al mar transparente has llevado. Cuantos anhelos, miedos, esperanzas has nombrado, y aún sentimos la calidez de tu conjuro. Ojalá las palabras pudieran contarnos su propia historia. Quiera lo desconocido que veamos la luz algún día grato.

Las nubes cubren el cielo hoy. Una ventisca fresca pasa entre los bancos y la luz es más calma también, lechosa y lánguida. Ojalá la noche sea suave, pazcan las estrellas en la noche abierta y su luz despierte la que tiembla dentro de ti por salir e iluminar todas tus horas. Ojalá tus deseos se cumplan y sigas caminando. 




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