A veces mi familia mis amigos, yo mismo, me preguntan si tengo intención de volver a casa. Para qué, pienso yo. Ese país se hunde. Claro está que hay lugares que no son externos solamente, sino que forman parte de ti. Cuando se siente que un lugar íntimo se derrumba, también es como quedarse uno mismo en precario, sosteniendo muros semiderruidos por andamios débiles, arrastrando un pesado recuerdo contra el viento del futuro que azota de cara.
Todas las vidas son así, me parece. Quien más, quien menos, ha sabido de la amargura y no ha vuelto mejor de aquel lugar áspero. A veces, es posible que almas más generosas logren salir adelante de la feria de las vanidades, el temor y el rencor, la ansiedad por la opinión ajena y el tiempo que mordisquea los tobillos como en la mitología del Norte helado dragones roen las raíces del fresno Ygdrasil, que es el mundo. Estas almas son capaces de bondad y olvido y acaso ese sea el don más grande. Yo no tengo esa grandeza y no he sido capaz de perdonarme.
Igual que hubo una Gran Explosión inconcebible y el universo expande sus distancias y aleja sus nebulosas y centellas, la vida de la gente es un camino desde el encuentro y la ilusión hacia el desencanto y la verdad. La hipótesis de que existe materia 'oscura' ,no detectable por la ciencia humana de forma directa pero conjeturada por los efectos que causa, es fascinante y extraña. Donde vemos luz intensa hay eones de silencio e indiferencia, la materia conjurándose a sí misma, luchando por encontrar algo y alejándose sin remedio, quizás buscando una conciencia que nunca logrará: somos nosotros los que la hemos recibido, sin saber que hacer con ella, no sabremos que aconteció y sin saberlo, seremos también silencio antes de aprender a pronunciar un destino. Sí, no cabe duda: sucederá muy pronto.
Veo así el paso del tiempo. Cada segundo añade distancia, frialdad, silencio a las vidas. Escapan en todas las direcciones, buscando un lugar desde el que estar muy lejos, tan lejos que la oscuridad invada todo, precoces en su huída, presurosas en el intento de arrancar un recuerdo de la sombra que aún las persigue, cabalgando en otra materia oscura, una fuerza desconocida e irresistible que llena los bordes del yo para que resista los embates de su propia soledad acosándolo. A veces hay pequeñas complicidades, fraternidad y abandonos de uno mismo. Hay llamas incomprensibles de amor que impregnan del calor de la ternura el gélido sendero sombrío. Hay mezquindades que unen, también, la alianza de nuestras debilidades, todo antes que quedarnos solos. Pero no se puede hacer nada. Con un furor indiferente y desolado, la fuerza de la materia desconocida nos arrastre en sus órbitas enigmáticas y así vamos, viendo desaparecer las luces que ayer refulgían a nuestro lado, temblando, cayendo en una bruma oscura e inmensa, helada como nosotros, nosotros, planetas errantes sin vinculación con ninguna otra masa que abrimos camino sin fin cayendo vertiginosa y dulcemente hacia la boca triste de una noche eterna.
Cayó la noche y las nubes aún tienen un tono anaranjado, dulce. suave es la noche y el silencio es amable, roto por algunos borrachos que gritan en la calle. Lo demás, las olas de la playa, la maquinaria del puerto, los letreros, está quieto y, por una noche más, resiste en la razonable certeza de que no todo está perdido.
P.S, no todo está cayendo, aún hay noticias estupendas y gozosas, que son por lo que estamos aquí; si lo lee, o alguien de Amach 16... ¡Felicidades, Marcos!
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