Me descojono. El otro día Infantino, presidente de la FIFA, nos dió un sermón sobre Catar, el país en el que vive (y medra) acerca de las críticas que ha recibido su prestigiosa organización por vender una Copa del Mundo de fútbol al mejor postor para que venda su propaganda a través del entretenimiento más popular del planeta. De su trambólico discurso, que incluía que se sentía representante de todos los perseguidos de la tierra, rescato una perla. Los europeos que critican esto no tienen ni idea, después de las cosas que han hecho durante los últimos tres mil años (supongo que quiso decir treinta mil, pero se acabó moderando) les inhabilitan para cualquier crítica los próximos tres mil. Luego, dramatizo, miró a su alrededor, fuese y no hubo nada. Así que nada. Pensábamos que eran burócratas y eran guerreros de la justicia intertemporal y galáctica. Sé lo que habéis hecho. Os conozco, marditos roedores. La FIFA viene a arreglar esto, pardiez.
Una cosa hay que agradecer del titubeante discurso del probo gerifalte de la FIFA. El discurso de los traficantes de culpa en la práctica sirve de vindicación de las atrocidades presentes, las evitables. Lo hemos visto recurrentemente; es más fácil vestirse de pasadas víctimas sin inconveniencias a cambio del glamour, la portavocía de los que no pueden hablar ya y la pretensión de una ventaja presente. A las víctimas hay que repararlas, sin ninguna duda. El hecho es que la víctima es la víctima y no quien trata de apropiarse de su sentido, su voz, su historia. Para hablar en ciertos nombres, como para la provocación, hay que ser honesto.
La historia es hermosa por lo que borra. Hay sangre, dolor, injusticias que conocer y reconocer. Lo cierto es que antes de hacerlo no estaría mal reconocer que todos somos los hijos de esa historia. El recuento elocuente, impostado. de desdichas de un mundo hermoso e inmutable que nunca existió lleva a un riesgo de mayores víctimas hoy, a cargo de un dolor robado, una iniquidad que se añade sobre otra. Cuando el presidente de un organismo billonario se siente emigrante pobre, gay, represaliado, acaso muerto, no solo no representa a las víctimas. Trata der despojarlas de su honor anónimo para fines, ay, demasiado sabidos. Y es la voz de su amo.
Y bueno, que queréis. Había pensado no ver este mundial, pero he pensado que sería el capitán Renault de Casablanca, asombrándome ahora de que en este Casino se juega, con el añadido del ridículo por querer ser serio. No he invadido, violentado, atacado o agredido a nadie. Mi piel es mi frontera y mi conciencia mi Ley. Asumo la contradicción, pero niego a nadie a atribuirme y atribuirse los agravios que no conoció y no le tocaron. No hay nadie que sepa, nadie que haya preferido no saber pero haya sabido, nadie dueño de mi propia historia. No es gran cosa...pero es la mía. No la cambio por quien vende moralina por un puñado (grande) de dólares.
La noche ya ha caído sobre un mundo lleno de cicatrices. Algunos sabrán las maldades que padecieron otros, habrá algunas, demasiadas, escondidas por siempre. El viento es un rumor agresivo que eriza las olas del mar, puñales de olvido contra un mundo que gira demasiado deprisa.
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