Translate

viernes, 24 de febrero de 2023

El cordel invisible. 24 de febrero.

He estado escuchando antes el fabuloso podcast de Leontxo García, La vida en jaque ,que trataba de la feroz rivalidad de Kárpov y Kaspárov esta vez. El hecho es que Kaspárov viene a contar que cuando era niño su vida parecía encaminarse a la música, como era tradición en la familia de su padre. Luego, diversas circunstancias, la vida pasando, un tablero y el hechizo de un mundo desconocido empujaron a ese chico al ajedrez, donde reveló un talento genial. Las causas fueron anudando trazos y cordeles imperceptibles y el deseo, la posibilidad, la fortuna unieron puntos en armonía. Puede decirse que fue llevado por un camino, que encontró al final su destino... 

No creo en el destino. Puede que sea un asunto más semántico que conceptual, pero no creo que no tengamos caminos sin salida, oportunidades que llegaron demasiado pronto o demasiado tarde, enredos de nosotros mismos que nos atrapan, hilos de promesa abruptamente cortados, caminos abortados que eran tan nuestros como el que fue al final. Simplemente, no podemos verlos. Vemos el cordel luminoso del triunfo, la voluntad satisfecha, la narrativa completa en un círculo más o menos coherente. No vemos donde el talento no encontró su vocación y se agostó en otras penas, los esfuerzos inútiles, las causas fatales que truncan en conjunción una esperanza, una promesa, una vida. Creo que cada uno debe tener algún campo en el que destaque sobremanera...y la mayoría de nosotros no lo ha encontrado. Peor, si me miro a mí mismo sin autocompasión ni mansedumbre sobre mi desdicha, veo que ni siquiera lo he intentado. Quizá tenía miedo de comprobar que no servía, puede que la voz interior me engañase haciéndome creer que no valía la pena, o creí que tendría más tiempo antes de que el tiempo me arrollara.

Pero no es tan trágico. He vivido rodeado de prodigios y he conservado la mirada para reconocerlos. A cambio de no destacar en nada he sentido la curiosidad que alivia de la pesadumbre de vivir una única vida. Como un centinela de una fortaleza casi derruida en un desierto, en la noche he encendido hogueras para que figuras sinuosas se aparecieran en ellas, siendo mi única compañía, antes de que también se consumieran, dejándome solo de nuevo, pero en paz bajo el embrujo de su magia resonando en un eco venerable, sintiendo una alegría duradera y profunda que acaso se remonte hasta el seno del tiempo, mientras las estrellas velaban mi cansancio. No he querido escuchar una llamada de mi alma, no he sabido lo que es sentir una vocación, no he deseado el destino ni que existiera, he sorbido largos tragos de tristeza, pero he sentido la vida que palpita más allá de horizontes y líneas de edificios, de este mundo y de todos los otros que existan. Un cordel invisible no me ha llevado a ningún otro lugar, pero me sostuvo en pie. Y puede que nada de lo demás importe.

Caminan como sombras por el paseo de la playa. El crepúsculo ha dejado paso a una noche azul y las olas golpean con quietud arenas cansadas. Iniciamos causas, las mezclamos con otras, se pierden, se unen, se repelen, se caen, se muestran en ocasiones. Sobre nosotros, el cielo que a veces nos deja fingir como si fuera nuestro. Dentro de nosotros, una voluntad libre y en ocasiones débil, otras irresistible y alta. Y mientras el sol pálido anuncia un nuevo día desde el lecho del mar, quizá mañana haya una luz que nos dé una dirección, y una melodía que nos traiga la paz. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario