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domingo, 19 de febrero de 2023

La Gran Catástrofe. 19.02.23.

De todos los géneros costumbristas, hay uno que resulta especialmente fructífero y exitoso. Es el esparcimiento de culpas generales acerca de cualquier revés o fracaso por parte del responsable de que ese fracaso no acontezca. La bronca constante del elegido a los ciudadanos que lo eligieron para buscar mejoras y soluciones. En otras palabras, la reinversión de una frustración inducida en agitación contra los  causantes de males brumosos, genéricos, creados. La confusión interesada de roles necesarios para que una comunidad prospere  en una confusión en la que las minorías organizadas saquean a la mayoría, a menudo en su nombre. Para ello, nada resulta más útil que la apelación a la Gran Catástrofe, el fin de todo, los eventos inminentes de destrucción que requieren que pocos dirijan a todos, sin preguntas, sin dudas, sin conciencia.

Que queréis que os diga: vengo de un país especialmente dotado para diseñar sistemas de irresponsabilidades y gestión creativa de la culpa. Sé que existen problemas acuciantes que requieren medidas difíciles y cuidadosos exámenes. Pero los asuntos reales no se salvarán con retórica financiada ni propaganda ruin. Quizá estemos más cerca de resolverlos cuando asumamos que nunca se podran resolver todos del todo y hemos de convivir con el mal menor y las atroces realidades de la vida, ocultadas por los mismos que desean levantar figuras espectrales de terror inminente

Uno se hace mayor y cada vez lleva peor la actitud de los hombres huecos de los que advirtió Eliot, gente sin imaginación ni compasión que prescribe recetas inútiles con suficiencia. El humanismo es eclipsado tras talismanes de toda laya. La profusión de mascaras de falsa virtud enervan. Lo ruin y oscuro resulta natural y lo hermoso nos parece mentira. Demagogos mezquinos pretenden que desastres que no han sucedido condicionen la forma de vivir y pensar con formulas que nunca se aplican a ellos mismos, ¿hay otra forma más elocuente de sugerir que no debemos confiar en quien no se juega nada, quien pretende que otros pechen con las consecuencias de sus acciones superficiales y frívolas? 

Viven expectantes de que vivamos esperando una hecatombe para salvarnos y cuando no pueden, echar sus culpas sobre tabúes ridículos. Pasamos los días recreando futuros que aún no han llegado compadeciéndonos de nuestra desgracia inevitable en lugar de buscar medios para evitarla; otra forma de decir que ocurren para que quienes los pregonan saquen ventaja de su explotación abyecta, traficantes de la culpa y la ansiedad colectiva. La Gran Catástrofe se dibuja cada mañana en portadas falsas y ojos apagados. Las fuerzas se agotan en el pavor contra las sombras y la queja difumina la cólera santa que contribuye a pelear de veras contra las adversidades de la vida. Las palabras se gastan. Las manos se crispan. La mar oculta en su seno la verdad y las respuestas que no queremos ver. Pero aún nada se ha dicho del todo. Un rumor nocturno acaricia el puerto y aunque lo peor haya de venir, aún tendremos fuerza para luchar y para morder el polvo, mientras respiremos.




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