Había salido a correr. Los días van declinando y hasta la luz, que es hermosísima, parece descender sin demasiado fuerza para no exaltarnos. Para no herirnos. Iba escuchando música, me ayuda a animarme a salir. Decidí ir en dirección a un faro no muy lejos de casa. Corría la brisa maliciosa, una llovizna suave templaba la cara y algunos sicomoros se mezclaban entre pinos formando arcos a los lados del camino de grava. Al lado, el marse desperezaba lejos de la orilla de los hombres, en la bajamar. Cuando fui acercándome al dique que lleva al faro rojo, las vi, jugando, a las olas lamiendo lentamente su parte de playa. Acaso estén ahora más cerca del muro que las contiene, cerca de la carretera y los comercios, allá donde se rompe su soberbia. Tampoco importa. Su vaivén se basta a sí mismo. Y, por un breve instante en su historia, que lo ha visto todo, me acompañaron adentrándome contento en el parque. El mundo mostraba una cara melancólica, pero estaba bien hecho. Yo seguía adelante sin presión ni exigencia.
Al volver, después de ver un ratito el mar y la entrada del puerto, he vuelto por el mismo camino. Y en un momento, lo he visto. Los pinos insignes inclinados creaban una ventana a la mar junto con los arbustos de helecho y de endrino. Un azar providencial quiso que escuchara una melodía hermosa, que parecía ser el propio viento agitando las ramas
Gotas de lluvia llenaron los ojos anhelantes. Oh, detente instante...eres tan hermoso. La cortina de la lluvia leve se convirtió en niebla que cubría y difuminaba el horizonte. El cielo fue una tela gris por la que breves manchas jugaban en rutas altas y la espuma de los días que mostraban las olas para mí y su rumor imaginado junto con la melodía formaron un momento de plenitud, solitario, breve, en el que se me concedió probar un sorbo de felicidad y abismo, pero no del turbio, uno del que manaba una luz muy cálida y muy honda. Y antes de que el hechizo se disolviera del todo, recomencé a volver a casa. Un camino de vuelta lleno de detalles, de percepción abierta y generosa. Un día ganado a la desgracia, sentí. Mañana será lo que Dios quiera.
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