Vivimos infectados de opinión. Como recibimos sobredosis de información, a un pulso de distancia, a una velocidad inconcebible, el matiz se disipa y el gris se aclara o ennegrece sin solución de continuidad. Un zumbido de ansiedad gobierna nuestras vidas, y la eficacia de la velocidad con nuestros sesgos cognitivos y emocionales lleva a la única consecuencia posible; la mentira gobierna la vida. Las ocurrencias del personal guían, vengan de donde vengan. El sujeto opinante embrida y humilla el hecho opinado hasta que este se moldee como cada uno desee. No hay espacio de encuentro, solo un punto de llegada previo a la opinión previamente deseada.
La ignorancia no debe ser motivo de vergüenza para nadie: hay tantos conocimientos y tantos cambios que es imposible estar al día. La arrogancia en persistir en la ignorancia culpable, porque se deriva de la negativa a pensar, a complicarse el mundo y la vida, debe ser motivo de una sensación de incomodidad. Es triste pensar que la negativa a saber empobrece las vidas y las sociedades. Hace más vulnerables al odio, la ira, el rencor y la infelicidad. No se trata del saber que es árido como la roca , sino del que engrandece la vida y aspira a mejorarnos.
Cuando veo las mismas soluciones simples a problemas complejos y enquistados, los lugares comunes, la falta de concreción y las medias verdades que envuelven el problema, suelo pensar lo mismo siempre; funcionan porque preferimos no saber. Es más fácil liberarse de responsabilidad y culpar a otros que asumir una cuota de libertad y hacerse dueño de la desdicha futura. Pero tiendo a creer que solo este camino promete un fruto. Levanto mi hato de promesas y sueños inciertos y camino por el pedregal acostumbrado, cuidando mi camino por si pudiera encontrar un cobijo ameno bajo las palmeras suaves, al lado de un lago tranquilo. Más allá de las colinas, perros miedosos ladran, las gargantas secuestradas por el rencor. Dundalk se aparece como un espejismo y me recuerda que la guerra no ha empezado ayer y seguirá mucho después de que muera. Y yo lo acepto y pido no añadir al mar del odio nuevas olas superfluas, mientras sigo caminando contra el sol que no se preocupa de nosotros.
Efectivamente, es asi, tambien entiendo que existen tres mundos antagonicos interactuando por la supremacía; uno inconsciente y otro consciente, ambos sujetos a las consignas de los sistemas masivos de creencias. No por aprender o dejar de aprender, de digerir el volumen enorme de información o de lo contario, no degerirlo ni saber que esta existe los hace difrentes. Es más sencillo que todo eso, el primero engloba los seres incapaces de verse a si mismos, el segundo es el que vuela y desde alla arriba puede apreciar su diminuto tamaño en el espacio y en el tiempo. Pero, el tercero; son los argonautas que encontraron su bellocino de oro en la belleza, en aquello que no tiene nada que ver con lo superfluo, en lo mas terrenal, en el eterno origen que vive en la naturaleza pura del ser y será el que haga renacer de las cenizas las verdes praderas y marcar caminos azules de plata.
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