Translate

miércoles, 4 de octubre de 2017

El peligro de la esperanza. Cuatro de octubre.

La mano homicida de los más sanguinarios tiranos de Shakespeare retrocedía después de una decena de cadáveres. Porque no tenían ideología. Resulta difícil no acordarse del dictamen de Solzhenitsyn, y aún más difícil no suscribirlo. Las abstracciones perfilan con un único rostro impasible los grupos, borran las arrugas de las manos y despojan de color a los miserables seres humanos, que morirán mañana y han sufrido amargura.

Es tentador claro. Hemos venido a este mundo a ver insatisfechas la mayor parte de nuestras aspiraciones; "la ley de la gravedad es dura, pero es la ley". La educación debe ser esa preparación para la indiferencia del mundo y tratar de acogerse a un santuario de actitudes, principios y baluartes contra la tempestad de cada día. Pero eso era antes. Ahora el ciudadano moderno es sometido al taimado masaje de su importancia y se cultiva su frustración interna a través de su negación, envuelta en brillos y apariencia de plenitud. Hay muchas palabras nocivas que parecían deseables cuando las aprendimos: honor, patria, revolución, gloria. Hay otra, guiñando sus ojos maliciosos que puede ser la compañera mas fiel o la hacedora de las peores bajezas: la esperanza.

No es solo mala porque alargue el tormento. Exalta a los grupos como si el futuro les debiera algo; bebe de las aguas del Leteo para hacernos despreciar los pasados errores y hacernos arrogantes, pensando que nosotros somos mejores y los soslayaremos; Agita y crispa en pos de un castillo de mármol en el aire del que pretendemos hacernos dueños y que a cambio nos esclaviza. Quizá en los momentos de soledad ayuda a querer pelear. En las sociedades aniñadas de hoy, saca del mundo en delirios colectivos y aísla a seres que comparten las desdichas de la soledad y la pérdida para enfrentarlos, a cambio de unir a los grupos en jaurías humanas y dar calor de establo.

No tengo esperanza pero el futuro no lo decido yo solo. Como el hidalgo, algún día tratare de empezar a cabo la única revolución posible; tratar de ser bueno con quien está a tu lado. Como si todo estuviera perdido. Una salus victis nullam sperare salutem: la única salvación de los vencidos es no esperar ninguna salvación. Y mientras tanto, no me voy a creer que el Estado va a venir a ayudarme o que cualquier otro sabe mejor que yo lo que me conviene, porque está ilusionado.

Hablo a Dundalk de Unamuno; primero la verdad que la paz. Quizá no sea muy prudente en estos tiempos. Pero vivir en la mentira y de la mentira solo conduce a mirar la basura con los ojos arrebolados a un futuro que se burlará de nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario