Vi el sábado "The death of Stalin", un estreno reciente por aquí. Imaginaba una comedia con toques negros y me encontré con una carcajada en medio de la oscuridad del terror. De ese modo, uno acaba sintiendo una serie de impulsos contradictorios. Es una película llena de momentos hilarantes en los que el platillo que remata el chiste es una ejecución o una tortura en segundo plano. Por eso, a la risa del chiste se trata de usar la risa como antídoto contra el terror omnipresente. Y uno no se acaba de sentir bien simplemente disfrutando con ello. Pero a cambio funciona muy bien como catarsis. Y al fin, libera sentir gozo con una comedia bien construida a la vez que repudias a esos personajes ridículos, que se paralizan de miedo ante una violencia o muerte concreta y la derraman en abstracto desde su palacio.
Quizá la sátira es la respuesta más adecuada a la tiranía. Viendo la película, me preguntaba si lo único que hiela la sangre después de haber reído es la fragilidad expuesta de los figurantes, desenfocados, víctimas de una necesidad de la trama cómica a los que una bala, un segundo, despojan de todo. Menos de lo que dura una risa. Y al fin, eso también es parte del teatro del absurdo de la comedia humana; fingir que no somos conscientes de ello.
Me ha gustado mucho. Os la recomiendo, cuando llegue a los cines. No llevo comisión.
Dundalk sabe que de lo que no se puede evitar, lo mejor es reírse. Ambos miramos en la niebla como prosperan las sombras.
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