Has salido al balcón. La noche es suave, y en su calidez ves figuras gráciles que parecen desvanecerse entre las calles desiertas. Puede ser Alejandría, y sus mármoles reflejando el fuego lejano del faro, y el rumor del mar temblando en tus oídos. Puede ser tu vida, que dice adiós a algunas quimeras que fueron corpóreas una vez, hoy parece que hace tanto tiempo. Fanfarrias delicadas llenan la brisa nocturna. Una comitiva invisible aprieta el paso y las calles iluminan rincones que se irán perdiendo en un recuerdo que los deformará.
Qué harás ahora y mañana, no lo sabes. Quieres partir digno, con tus errores, tus fracasos, tus jirones de vida como trofeos de tu lucha hermosa. Que más da perder si lo diste todo. Quieres convencerte de que fuiste digno de esa Alejandría que pierdes para siempre. Entras de nuevo en la sala de palacio, hoy fría y mustia, solitaria, esparciendo luces y figuras, iluminándola con tu recuerdo fértil. A tu espalda, las notas bailando en soledad sus últimos compases. Te detienes, y contemplas en derredor, emocionado. No deseas que el instante pase nunca. Es tan hermoso. Solo quedará pasado, incertidumbre, caos. Quieres pensar que mereció la pena y fuiste digno de ello.
No digas que fue un sueño.
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