I
Hoy, dicen algunos, han venido nuevas.
Hoy, dicen algunos, han venido nuevas.
La ciudad no las sabe. Cercada por la bruma
Peina sus tejados, se encoge y vibra, estrecha
Al son de algo inaudible, arañando los goznes.
Hoy la vida se apuesta. La luz la trae un
fuego
Que se consume y no calienta. Hoy se cierne la
noche
Entre nostalgia de olas blancas y de montes
lejanos.
Hoy es todo mentira, como ayer. Hoy las torres
son de barro.
Y pienso entre la lluvia, no es tan extraordinario,
ese Señor que vuelve
A su casa, en donde fuimos invitados. Nunca supe
por qué;
Y él reclama lo suyo desde el umbral, sin
asomarse.
Lo verdaderamente asombroso es resistir su
ausencia,
Arañando cada día el surco de su hacienda por
un simple pedazo
De esperanza dura como el pan del recuerdo. Lo
arduo es ir tirando.
Hoy caen crueles los rayos y los truenos
desbocan
Los corceles serenos en los que galopábamos.
Hoy dicen algunos, se ha desplegado un manto
Que nos protege del absurdo, el frío, el
desamparo. Pero el señor
Sigue ausente, parece reacio y no se ve debajo
de ese hato
Más que un silencio espeso, que nos alcanza a
todos
Y en el cual, como en un lago plácido,
Uno
siente que no estaría mal vivir bajo esas ondas
Delgadas que lo mecen y convivir con la sombra.
Y cuando pase el tiempo y
el señor entre
Y pregunte como hicimos para adornar su
casa
Al fin suene una música que todos oigamos
prístina
Y las habitaciones se iluminen por su
presencia viva.
Hasta entonces, roturamos sus tierras,
anhelando
Vivir en ese fondo rumoroso y celeste.
Somos polvo de días
y faenas
y al polvo volveremos, desgastados y breves.
Atados como Ulises a un mástil de extrañeza
Para evitar el extravío de nuevo en la
tormenta.
II
Algo quiere nacer, aterido y breve.
Otros dioses mueren en paraísos desolados
Y desarbolados los hombres, por su mal
hostigados
Se pierden entre los anchos hombros de la
nieve.
¿Buscan una respuesta, o buscan evitarlas?
Quién sabe. El destino es diverso y mordaz
Y las encrucijadas son caminos de mar
No habrá una sola que te conduzca a casa.
Así que haz de los caminos arenosos tu fiebre
El huerto donde surcar tu arado de jornadas
Y que el breve resplandor de la mañana
Te haga recordar el mundo del que vienes
No volverá, pero quizá esté ya en ti
Y eres todos aquellos con los que te has cruzado
El hijo del niño que fuiste, el deseado
Hombre completo que emerge cierto al fin
Algo acaba de soplar y ya ha venido.
Una conciencia, un modo, un acertijo
Una forma de arrostrar las cadenas del tiempo
Arrastrando sus cadenas esclavas gimiendo
Horas vacías y largas. Y a pesar de ello…
Cantando entre su viento con ellas la
esperanza.
III
No te engañe el silencio espeso con su rama
desnuda
Ni el llamar con el pico de la lluvia suave
El rumor de este día empuja y pinta el aire
Con el acre agridulce de la duda.
Nada sabemos. La carne que nos forma
Busca en el temblor de la mañana
Las respuestas a las ansiosas inquietudes
Que siembra en nuestra paz la noche vana
Que pérfida se aúpa, crece, asoma, negra
Como el ayer de nuestro descontento.
Pero esta luz es distinta y en vez de bajar,
sube
Hacia una estrella y su rastro de luces
Iluminando el camino de armonía temprana
Empuñando dulce la antorcha de la magia.
Nada se sabe. Las nubes, tu ventana.
El futuro que aguarda con su blanco
manuscrito.
Ni te angusties, ni pares, ni cedas a la
amarga
Quietud por un temblor. El arte es breve, mas
la vida es larga.
Quizá mañana sea mejor.
Nada está escrito.
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