La bruma inaccesible el tiempo encierra
Breve gotas de espera que cuelgan de la rama.
Dormitando ajenos en su licor suave
Cabalgamos estrellas entre mares de alma.
Los gestos pausados de los transeúntes
Encierran un vacío cargado de tormenta
Y el silencio fatigoso de las farolas dice
Que las raíces del abismo sus manzanas cuentan.
No queda más que su aroma distante
Las manzanas de placer entre el dolor del mundo
Y refrescar en ellas el podrido placer
Que abate los ojos mientras cierra el segundo.
De estas calles extrañas que ahondan en la aurora
El recuerdo perdido de un resplandor helado
Surgen entre la sombra melodías antiguas
Para arder la nostalgia del ayer ajado.
No queda más que la lucha del árbol
Que sostiene sus ramas al acoso del viento
Pausado y sereno, desamparado y triste
Mas irguiéndose noble contra el perfil del cielo
Y caminar contra todo contra el tiempo airado
Morder nuestro miedo y despejar las dudas
Saber pasar sin dar ni alzar vergüenza
Para alzarnos del hoy en una pugna abierta
Y abrir el templo de la vida entre palmas desnudas
Caeremos caminando para caer más lejos
Una mancha de sal entre la duna oscura
Ardiendo sin remedio como zarzas el fuego
Que consume en sus alas su bendita bravura.
Y caminar contra todo contra el tiempo airado
Morder nuestro miedo y despejar las dudas
Saber pasar sin dar ni alzar vergüenza
Para alzarnos del hoy en una pugna abierta
Y abrir el templo de la vida entre palmas desnudas
Caeremos caminando para caer más lejos
Una mancha de sal entre la duna oscura
Ardiendo sin remedio como zarzas el fuego
Que consume en sus alas su bendita bravura.
Omar Gelzmiun fue un poeta y químico ruritano castigado al destierro en 1782 por Abdulhamid I. La traducción del inglés, un tanto forzada en algunos versos, es mía.
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