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domingo, 1 de abril de 2018

Nozick, Ready player one y la resurrección de la carne. Primero de abril, 2018

Robert Nozick defendió una preferencia ética por vivir en un mundo real; por muy grata que pueda ser una realidad virtual, parece limitarnos en su ámbito y nos impide llegar a ser el tipo de persona que aspiramos forjar, por no estar en contacto con el hierro candente de la verdadera realidad, que hiere pero eleva, mata pero en la que reposa lo que permanece. De una forma un tanto impopular hoy, sostuvo que la experiencia de hacer algo no agota nuestra relación con él. Debe haber algo más.

Es muy sugestivo y discutible, claro. Pensé en ello el otro día, viendo la película "Ready Player One". Es tan entretenida como el libro y mejor contada; no creo que aspire a más. En una realidad oscura y áspera, Oasis es un mundo ficticio que recoge lo mejor y peor del deseo humano y lo da gratis. Por eso arrasa. Ofrece a todos la oportunidad de ser alguien en un mundo de nadies intercambiables. Y hacia allí las personas huyen.

No hay mucho que sacar de la película, aparte del disfrute estupendo de sus dos horas (que es muchísimo). He recordado con ella el argumento de Nozick acerca de los peligros del hedonismo y como era semana santa, acerca de otro tema que creo enraizado en la turbación de esta época: la negación de la intensa espiritualidad del ser humano y el sufrimiento vital que corroe gran parte del mundo hoy, agotado en su confort sin fruto. Es una presión que trata de saciarse con sucedáneos y se manifiesta encubriéndose en versiones más aceptables hoy que la mera religión. No sé si para bien; a veces diría que sin apetito de trascendencia, el alma no es sino una conciencia frustrada que gime herida y la falta de luz se convierte en la ceguera de un pozo en el que aún sabemos distinguir su fuente. Y ese murmullo inaudible crece como el corazón delator de Poe para nunca apagarse si no se mira de frente. Quizá el Hoy, el Poder y el Dinero sigan encontrando nuevas melodías para embelesarnos y apagar el murmullo. Quizá nunca se pueda.

Miro a Dundalk entre el viento helado que recorre sus calles y lleva los tañidos de sus campanas hacia las colinas brumosas. Le pregunto si siente o mismo, pero calla y mira la espuma que dejan las agotadas olas.

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