Cada vez que su jefe lo requiere
E imagina que su voz dura lo ofrece
A la intemperie. “No contamos contigo”
M vibra con rencor, y el gozo
De su ira castigando imaginada
Alivia dulce el peso de la helada
Fatiga sin tiempo de sus ojos
L compra el pan de las horas con miedo
Ha visto a los heraldos de la revolución
Con sus ojos ya grises, guarda entre su anhelo
Una lluvia de paz, cualquier redención.
V arrastra sus pisadas. Deshojada y cautiva
Entre noches que la contemplan caminando sola
Aunque trata de escapar de su pasado, sigue herida
Por los monstruos sangrientos que en sus resquicios moran
E asiste a la danza de las espinas leves
De su rutina cayendo entre perdidas horas
Y en el campo yermo de las noches breves
Recuenta nostalgias de pasadas auroras.
Han perdido el miedo y la distancia
Ya no aturde más sus demonios antiguos
Cuando las cortinas esconden amargas
Las cadenas de las que están cautivos.
Aunque naufraguen en mares de silencio
Donde crece el fruto lento de la soledad
Aún vibran por la flor que nace del tiempo
Que silba en las breves músicas del azar.
Les han dicho que existe un horizonte
Y que allá sin duda, ni violencia, ni miedo
El hombre será amigo del hombre
Y las viejas angustias elevarán un templo.
Ese será el día de la armonía primera
Y lágrimas copiosas invaden sus mejillas
Mientras fingen, hastiados, que sus calaveras
Dejarán algo más que temor y astillas.
Luego despiertan confusos y contentos
Hasta que el nuevo amanecer es su pesadilla:
Por el momento, no hay justos ni en el cielo
Y la luz del futuro naufraga en el altar
De la cumbre lejana entre la luz de heno
Que ilumina sin brillo sus estatuas de sal.
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