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viernes, 10 de agosto de 2018

10 de agosto. Amar el escudo

No me he enterado hasta hace un rato de la presentación de Courtois con el Madrid y sus declaraciones de amor eterno. La verdad, todas estas efusiones regadas con cantidades indecentes de dinero estragan un poco; se supone que somos maduros y aceptamos que profesionales defiendan a nuestro equipo sin tener que exigir limpieza de sangre. Pero no, no lo somos.

Pienso que la sociedad moderna en Occidente funciona de manera similar, en manos de cínicos que necesitan para la consecución de sus intereses espurios una masa acrítica que se sostiene en el sentimentalismo y el discurso. El mayor logro del diablo, y quizá de Dios también, es hacernos creer que no existe. Se diría que la vaciedad, la culpa y las ideas débiles encuentran acomodo en animales asustados que desean creer. Qué sé yo, igual exagero. Acabo de ver "Valerian" una experiencia visual en la que unos adolescentes de trece años se fuman un porro y ven cosas de colores, se hacen los duros, demuestran su estupidez a cada paso que dan, se libran gracias a la falta de puntería de los malos y admiran la armonía de unos buenos salvajes espaciales perjudicados por los humanos malos, que debe ser compensada con el sacrificio de los humanos buenos que piden perdón en nombre de todos. Que potito. En ese mejunje de vacuidades inanes revolvemos los días y las ocurrencias de la modernidad. Haciendo el juego a los lobos que ven con muy buenos ojos que los corderitos sean cada vez más obsecuentes con lo que dicta la mayoría y más cómodos con el calor del rebaño, almas buenas que se han besado el escudo desde siempre y lo seguirán haciendo.

Dundalk me mira raro, y yo le digo que necesitaba expulsar esto antes de irme a dormir, harto de narraciones planas y de futbolistas y aficionados cabestros. Vale.

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