Si no fuera tan temible y obsceno, sería curioso estudiar el fenómeno del odio detenidamente. Nace de una combinación variable de miedo y mentira. Parece tratar de anticiparse a un mal que nos acecha, real o imaginado, y niega lo que en cada uno de nosotros merece compasión, puesto que también vamos a sufrir y vamos a morir. Parece otorgar fuerza, pero enerva y consume. Finalmente, su iracundia parece pervivir más allá del sujeto, la idea, la ocasión que lo motiva, incluso aunque a veces propicie su fin trágico. Pareciera un deseo anticipado de morir, aunque sea en otros.
Como la mentira es la fuerza motriz del mundo desde que es mundo y como el miedo es el líquido que envuelve esta sociedad cansada en una red viscosa, hay una edad dorada del autoritarismo. El odio ciega, pero también une. Y como vivimos la época de la sospecha, donde todas las cosas hieren, todos los sentimientos engrandecen y los otros son o ángeles o malvados sin ningún matiz, nada debe ser conservado. Flácidos sueños donde la armonía procura que el hipersensitivo no se exponga a la vida se exponen como mercancía deseable. Como son inalcanzables, la frustración se extiende y vuelve con más fuerza a destrozar el sistema que la causó en las almas de los que mimó sin prudencia. Por eso Ibn Jaldun escribió hace más de 600 años que los tiempos difíciles crean hombres fuertes que fundan buenos tiempos que producen hombres débiles que causan tiempos difíciles. Me parece una perspectiva muy aguda; para empezar, es claramente consciente de que uno es producto del tiempo que lo contiene y es su acción lo que determina el avance o el retroceso. Hoy parece que todos debiéramos sostener el absurdo concepto de que la historia progresa y es inevitable que mañana habrá más luz. Por lo tanto, deben pensar muchos, que más da si añadimos oscuridad hoy como una apuesta para un futuro aún más brillante, si nada puede pasar que sea peor que lo que vivimos hoy. Odio, mentira, sospecha, ira, miedo, historia. Me parece que la verdadera vida está en los momentos en los que ellos no juegan ningún papel en nosotros y sabiendo que existen, hacemos como si no tuviéramos tiempo ni alma para ellos. No parece mal remedio, cuando la miseria moral se vuelve jovial y la propaganda nunca es suficiente para sus adictos.
De todo lo visible y lo invisible en este mundo, loco como todos los demás que le precedieron, solo queda elegir nuestro escudo, inútil contra tantas armas que nos hieren con estúpido gozo.Y saber que no servirá de mucho, porque otros contarán mentiras a quienes están tan ansiosos por creerlas. Además, tampoco yo puedo renunciar ya a las mentiras de las que vivo, como todos. Dundalk se duerme en paz mientras las gaviotas graznan y mares de piedad yacen cautivos y congelados en todos los ojos.
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